Cheli - Habla de Madrid

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ARCHIVO DE CONSULTAS

Querría saber cuáles son las peculiaridades del dialecto madrileño (se llama"cheli", argot madrileño, ¿no es así?). Ya sé que se las notan en la pronunciación (p. e. Madriz, actividaz, etc.) y en el léxico.

En la repartición dialectal del castellano en la Península Ibérica no existe un “dialecto madrileño”. Los dialectos del castellano son el leonés, el aragonés, el andaluz, a los que hay que añadir las hablas de tránsito: el extremeño, el riojano, el murciano y el canario. Son dialectos con rasgos característicos bien definidos.

El habla culta de Madrid no goza de un prestigio especial, como pudiera ser la de Valladolid, a pesar de pertenecer ésta a la zona loísta/laísta. En cuanto al habla coloquial de Madrid no es muy diferente del habla coloquial de muchas otras regiones. Como en Madrid vive gente de todos los lugares de España, no es extraño encontrar en Madrid acentos de todas partes.

Pero “habla de Madrid” puede designar también el habla coloquial de determinados barrios “castizos” de la capital. Se reconoce enseguida por el continuo empleo de muletillas típicas del “habla achulada madrileña”:

no veas, macho

¡jo, macho!

¡oye, macho ...!

echarse una fantasmada

¿te vas a quedar conmigo?

vacilar / estar vacilando

Es el habla o jerga que llevaron a la escena los autores de teatro costumbrista de finales del XIX, aunque estilizándola hasta la caricatura. Por ejemplo Carlos Arniches (1866-1943), que presenta en sus obras de teatro el Madrid popular y castizo de finales del siglo XIX. Arniches estilizó esta jerga madrileña hasta tal punto que creó expresiones que han pasado del escenario al pueblo. Ver: Manuel Seco: Arniches y el habla de Madrid. Madrid, Alfaguara, 1970.

Una jerga es el habla propia de un grupo social cerrado que la usa para distinguirse de otros grupos sociales y es parte de su identidad o pertenencia al grupo. Suele ser el caso de las jergas juveniles, que no son excluyentes. Otras jergas, como la de la delincuencia, son lenguajes herméticos que sólo los entienden los iniciados o los miembros del grupo, son jergas excluyentes.

El cheli no es “el habla de Madrid”, se trata solamente de la jerga juvenil callejera que tuvo su esplendor a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Era la jerga de la llamada la llamada “juventud pasota”, los jóvenes que pasaban de todo. Era el lenguaje de los ambientes madrileños de la “movida”, llena de elementos “castizos”. Como jerga está reducida a ciertos grupos sociales con rasgos contraculturales y marginales. Hoy en día se mezcla también con la jerga de la droga. Lo que pasa es que, por ser Madrid la capital, de ella irradian formas de hablar hacia la periferia; así, muchos vocablos jergales del cheli fueron pasando, en los últimos años, a los diccionarios: sudaca, masoca, sadoca, etc.

El lenguaje de la juventud se ha empobrecido enormente. A mi casa, en Austria, vienen a comer amigos o amigas de mis hijos. Después de comer, mi mujer les suele preguntar si les ha gustado la comida, y suele recibir como contestación una expresión estereotipada: “total gut”. Comentario de mi mujer, una vez que se han ido: “creo que no les ha gustado”. Es una forma indiferenciada de expresar ‘sentimientos o percepciones’. Lo mismo cuando dicen de alguien que es “total cool”, yo me lo imagino como un tipo que “ni siente ni padece”, pero ellos le ven como muy positivo. Según Pérez-Reverte, mientras que la sociedad ha empobrecido su modo de expresarse, el mundo de la delincuencia lo ha enriquecido. Así, comparado con el cheli, “lenguaje tontorrón, pobre y limitado”, lenguaje reductivo, el golfaray, la jerga de los delincuentes, que es producto de un gran esfuerzo creativo, tiene un vocabulario muy rico y muy diferenciado.

El problema de los argots y las jergas es su carácter efímero, transitorio. Suelen pasar como las modas. Hay palabras que, cuando se incorporan al diccionario general, ya han desaparecido del habla.

«Madrid, con sus casi cuatro millones de habitantes de la más diversa procedencia, es un crisol de la lengua nacional; en la capital nacen, se funden y se consolidan modos y modas y desde ella se extienden a todo el país; hasta Madrid llegan también otras que acaso permanecen y desde allí comienzan el ciclo de expansión, hasta hacerse patrimonio nacional. Con esto relacionamos, en cierto modo, “coloquial” con “popular”, dando un carácter eminentemente urbano al primero. Es quizá la capital, mejor que ningún otro grupo social, la que más nos aproxima a la configuración de “hombre medio”, que no necesariamente coincide con el de la llamada “clase media”.

La urbe reúne gente de dispar procedencia. En ella se integran estas gentes, conviven, desarrollan una serie de actividades (consecuencia directa de la división del trabajo) que necesariamente los mantiene en estrecho contacto. Esto da lugar a una serie de fenómenos y trances lingüísticos en principio sospechables, pero de dimensión y desenlace imprevisibles. En la ciudad se da, por esta función eminentemente social del lenguaje, de un modo más amplio, lo mismo que en el coloquio: la necesidad de aproximarse al uso lingüístico del otro para mejor comprensión de lo comunicado. “La ciudad resulta ser un elemento integrador de enorme fuerza lingüística, coaccionando a los diversos grupos y a los diversos estratos, obligándoles a utilizar un sistema, cuya intelección se muestra por encima de cualquier fraccionamiento desintegrador.” El habla coloquial de Madrid, por todo esto, es hoy menos propia de la capital que de la ciudad como ente abstracto integrador.

La permanencia en la capital confiere a los habitantes un espíritu lingüístico no siempre coincidente. Los madrileños tienen fama de pecar contra el idioma. No creemos que los madrileños pequen más que los murcianos, pongamos por caso; pero sí que se benefician de la ventaja de expansión, que acontece con preferencia desde la capital al resto de las provincias. El tan criticado “o sea”, que ya en los años sesenta señalaba Zamora Vicente echando raíces en Madrid, puede escucharse hoy como tic lingüístico en hablantes españoles de cualquier procedencia; a veces, incluso reforzado en un largo “o sea, bueno, vamos a ver ...”.»

[Vigara Tauste, Ana María: Aspectos del español hablado (Aportaciones al estudio del español coloquial). Madrid: SGEL, 1980, p. 32 ss.]

Repartición dialectal de la Península Ibérica

según Alonso Zamora Vicente

 

«La repartición dialectal de la Península Ibérica no es, como en otros lugares de la Romania, consecuencia de la evolución natural de las hablas de sus respectivos territorios. La invasión árabe [711-1492] condiciona la ulterior evolución. En cada uno de los lugares donde, en el norte de la Península, se comenzó la lucha de reconquista, nació un dialecto. El lento avance de los años primeros fue matizando la diversidad de las hablas nórdicas. Es precisamente en esas comarcas donde todavía hoy deben buscarse las máximas variedades habladas.

En consecuencia, la relativa unidad lingüística peninsular, representada por el habla mozárabe, queda rota por una capa superpuesta, compacta, una lengua de conquista, uniforme, importada por los reconquistadores. Las hablas periféricas, gallego-portugués y catalán, representan la capa más arcaica. Entre ellas y la más moderna, representada por el castellano, se levantan el aragonés al oriente y leonés al occidente. Sobre todas ellas, el castellano, elevado a categoría de lengua nacional desde los inicios del siglo XVI, ha obrado intensamente. En la actualidad, en la mitad septentrional de la Península se dan los grandes fenómenos diferenciales. La primer frontera entre el castellano y sus laterales aragonés y leonés, ha sido, o muy alejada, o difuminada por la acción secular de la lengua oficial. En cambio, la segunda, separadora de estos dialectos intermedios del gallego por un lado y del catalán por otro, vino a coincidir en una comarca equidistante aproximadamente, una comarca de transición, que muy bien podría representarse por el gallego-asturiano, la tranja occidental del Bierzo y Sanabria en el occidente, y Ribagorza, La Litera y el rincón de Aguaviva al este. [...]

De la comunidad castellana meridional surgió el andaluz, dialecto del castellano, con rasgos acusados y distintivos, a partir del siglo XIII. Es aún perceptible la división de Andalucía en dos grandes zonas: una leonesa (con aspiración) y otra castellana (con copiosos aragonesismos léxicos).

Asimismo, es prolongación del castellano todo el español de América, coherente masa de fenómenos y rasgos lingüísticos documentables en el habla vulgar y general de la Península, con distintos grados de generalización o de intensidad y distintos grados de estimación social.

Lugar aparte merecen las hablas judeoespañolas, venerables reliquias arcaicas que, desgajadas de la comunidad lingüística castellana, son testigos, cada vez más apagados testigos, de la lengua que se hablaba en el momento de la segregación.»

[Zamora Vicente, A.: Dialectología española. Madrid: Gredos, 1967, 11-13]

Repartición dialectal de la Península Ibérica:

Mozárabe

Leonés

Aragonés

Andaluz

Hablas de tránsito:

Extremeño

Riojano

Murciano

Canario

Judeoespañol

Español de América

México

Antillas

América Central

Países andinos

Cono Sur

Español de las Islas Filipinas

El dialecto leonés

«Su extensión actual abarca zonas fronterizas con Galicia, la provincia de Asturias, parte de la de León, Zamora y Santander. Rasgos leoneses se extienden por Salamanca, Extremadura y Andalucía Occidental.

El leonés hablado en Asturias recibe el nombre de asturiano o bable. Se distinguen tres zonas dialectales: el asturiano occidental, el asturiano central y el asturiano oriental; este último penetra en la provincia de Santander.»

El dialecto aragonés

«La extensión actual del dominio aragonés se ha reducido ostensiblemente respecto a épocas anteriores. En la Edad Media, abarcaba zonas de las provincias de Logroño, Soria, Guadalajara, Cuenca y Albacete, en el límite occidental con el castellano. El límite con el catalán y el valenciano vino marcado por las respectivas conquistas de Aragón y Cataluña. El dialecto aragonés propiamente dicho se habla en la actualidad en una zona de la provincia de Huesca, cuyos límites siguen los siguientes puntos geográficos: el valle de Ansó, Loarre, línea que pasa por encima de Huesca capital, Barbastro y Monzón, y llega hasta la frontera con Cataluña por Tamarite de Litera, y de aquí hasta Benasque. La frontera política de los Pirineos con Francia marca también el límite lingüístico entre el aragonés y el dialecto gascón. Incluye, por tanto, los valles de Ansó, Hecho, Lanuza, Biescas, Sobrarbe y la sierra de Guara.

El resto del dominio que antiguamente hablaba aragonés presenta una modalidad lingüística muy castellanizada denominada habla baturra, con algunos rasgos esporádicos del aragonés como son la entonación y el léxico.»

El andaluz

«El dialecto andaluz no es la continuación evolutiva del latín peninsular, sino frugo del desarrollo del castellano llevado al sur por los conquistadores. El castellano de los repobladores sufre en Andalucía una serie de transformaciones fonéticas y la procedencia de los mismos se deja notar en el vocabulario leonés y aragonés, que se ha documentado en la Andalucía occidental y oriental respectivamente. El andaluz comparte algunos rasgos con los dialectos del Mediodía, el extremeño y el murciano.»

El dialecto judeo-español

«El judeo-español es un dialecto de la lengua castellana, hablado por los judíos sefarditas que fueron expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos; en la actualidad lo utilizan sus descendientes. Los judíos expulsados se refugiaron en Portugal, África del Norte, Italia y en el Próximo Oriente.

Las comunidades sefardíes conservan, mezclados con influencias de lenguas con las que han convivido, rasgos lingüísticos propios del castellano de los siglos XV y XVI.

El judeo-español vivo recibe el nombre de judezmo, mientras que el empleado en las traducciones de la Biblia y en los libros de carácter religioso se denomina ladino

Los dialectos de transición

«Son los dialectos que están inmersos en otras modalidades dialectales, como son el extremeño, el murciano, el ribagorzano, el riojano y el canario.

El dialecto extremeño

Se presenta como un habla de transición entre el dialecto leonés y el andaluz. El influjo del castellano (de Madrid) es muy intenso sobre el dialecto extremeño.

Se extiende por la geografía de la región extremeña. Las hablas de la provincia de Cáceres presentan más rasgos leoneses que andaluces. En la provincia de Badajoz ocurre lo contrario.

El dialecto riojano

Se habla en una zona fronteriza entre Aragón, Navarra y Castilla del Norte. La Rioja, históricamente, ha pertenecido primero al reino de Aragón y después al reino de Castilla. Se divide esta comarca en: Alta, con tendencia hacia Castilla, y Baja, con tendencia hacia Aragón y Navarra. La diócesis de Calahorra perteneció a la sede de Zaragoza.

El dialecto ribagorzano

Se caracteriza por ser un habla de transición entre el aragonés y el catalán. Robagorza ha sido una comarca aislada desde antiguo. Históricamente Ribagorza fue un condado independiente que pasó a depender del reino de Navarra en tiempos de Sancho III, pero Ramino I lo incorporó definitivamente a los dominios de Aragón.

El dialecto ribagorzano se extiende entre las cuencas del Noguera Ribagorzana, y las del Ésera y del Cinca. Ocupa la Alta y Baja Ribagorza con la Litera.

El dialecto murciano

Se habla en la provincia de Murcia, porte de las de Alicante y Albacete que está muy castellanizada, y en los partidos de Orcera (Jaén), Huéscar (Granada) y Vélez-Rubio (Almería).

El murciano es un dialecto de transición sobre el que actúan cuatro modalidades distintas: la castellana, la aragonesa, la catalana y la andaluza. La suma de esos cuatros rasgos constituye el dialecto murciano.

El dialecto canario

El habla canaria es un dialecto de transición porque en ella convergen distintos rasgos que se documentan en otras hablas meridionales del español. Su difusión se extiende por todo el archipiélago canario.»

[Pérez Moreta, J. / Viudas Camarasa, A.: Lengua española. Madrid: ed. sm, 1992, p. 338 ss.]

Castellano

«Nació el castellano en zona muy cercana al vasco, en los límites de Burgos y Santander, entre los núcleos de leonés y aragonés, y esa cercanía suya con el vasco se dejó sentir en sus rasgos básicos, que lo apartaban, más que a otras hablas peninsulares, de su origen latino. Amado Alonso llegó a decir que era el más ibérico de los romances peninsulares, es decir, el menos fiel al latín a causa de sus hábitos lingüísticos heredados. Entre otras cosas, y sólo desde el punto de vista fonético:

§   reducía las vocales del latín a cinco nada más y de timbre muy claro;

§   con el paso del tiempo acabó por perder fonemas sonoros que había heredado del latín y que otras lenguas románicas han conservado;

§   diptongaba normalmente la o y la e breves (> abiertas) latinas acentuadas: p. e., lat. cornu > cuerno, lat. focu > fuego, lat. septe > siete;

§   aspiraba, en ciertos casos, la f- inicial, en un proceso [f- > h- > Ø] que a largo plazo lo llevó a perderla (aunque quedó un recuerdo gráfico de esa aspiración en la h-, hoy muda): lat. ficu > higo, lat. filiu > hijo;

§   en contacto con un elemento palatal semivocálico o semiconsonántico, la yod, avanzaba algunos resultados consonánticos hasta soluciones sorprendentes y desconocidas en las demás hablas románicas de su entorno: lat. palea > paja, lat. nocte > noche;

§   los grupos iniciales latinos pl-, cl-, fl- evolucionaron hasta la palatal ll-: lat. planu > llano, lat. clave > llave, lat. flamma > llama.

En conjunto resultada un romance mucho más vulgar que los demás, porque ni el catalán, ni el galleo, ni el aragonés, ni el leonés seguían estas tedencias tan distanciadoras del latín, pero su suerte estaba echada. Se ha escrito sobre su condición de koiné para gentes de distinto origen; lo cierto es que el progreso del reino de Castilla supuso el del castellano. A fines del siglo XIII el castellano alfonsí había ganado en madurez a través de su cultivo literario y de su uso como lengua terminal en traducción, al tiempo que asimilaba importantes grupos de hablantes mozárabes de los territorios que se iban reconquistando. En los siglos siguientes, con la unión de Castilla y Aragón (1479), con la reconquista de Granada (1492), y con la anexión de Navarra (1512), el castellano se extendió por tierras de Reconquista; pero también por tierras leonesas y aragonesas, e inición la expansión atlántica.

Variedades internas:

En las comunidades bilingües, de ese contacto mantenido surgen interferencias y calcos que pasan a caracterizar su español. El mismo proceso se ha ddo en las zonas que hablaban otros dialectos históricos, diferentes del castellano, y que convivieron con él, dejándolo matizado por sus rasgos; de ahí que García de Diego hablase del castellano como “complejo dialectal”.

A partir de la época clásica, la tradicional identificación de castellano y español hace perder de vista los rasgos propios del habla de las tierras castellanizadas, que a veces lo fueron en fechas muy distantes entre sí. Se tiende a pensar que Castilla, por lo menos, al ser la tierra castellana por excelencia, habla el castellano (español) que difunden los cultos. Y, sin embargo, se pueden diferenciar dos grandes zonas que parecen respodner a un doble esquema de tierras castellanas o castellanizadas en un primer momento y tierras de extensión del castellano: la norte, más conservadora, más cercana al modelo que se erigió como normativo y se diría que más estable, y la sur, más evolucionada en su pronunciación, con rasgos fonéticos muy marcados y en relación evidente con las variedades de Canarias y de América.

Hay que reconocer que el límite entre las dos áreas no se un límite claro, porque las distintas líneas de rasgos, las isoglosas, se entrecruzan. La más conocida, emblemática cuando se trata de situar las hablas meridionales, la que traza la aspiración de la s implosiva, alcanza hoy tierras que se consideraban conservadoras: zonas rurales de Ávila, determinados niveles en Madrid, en Guadalajara, en Cuenca ... No son conservadoras, en general, las hablas de Toledo y Ciudad Real, mientras que Madrid capital sigue siendo una gran incógnita por su condición de gran ciudad, estratificada, con una serie de ciudades-dormitorio constituidas mayoritariamente por gentes venidas de pueblos de más al sur. En Madrid es cierto que, a menor presión escolar o menor nivel social, cabe esperar más rasgos “meridionales” (aspiraciones, rehilamiento, asimilaciones, neutralizaciones ...). Al norte de Madrid, de Ávila, cruzando Salamanca, Guadalajara, Cuenca, Albacete y Alicante, se podría situar el límite de la tensión de la s. Al sur de Ciudad Real y Albacete parece más fácil distinguir un gran dialecto, el andaluz, y dos hablas marginales: estremeño y murciano Con las variedades meridionales hay que agrupar, sin duda, el canario. Se diría que, entre la zona conservadora y la innovadora, hay que distinguir una zona intermedia, de transición, donde el polimorfismo es grande y los fenómenos meridionales bullen (asimilaciones, yeísmo a veces rehilado, aspiraciones, neutralización de r/l, etc.). En Ciudad Real y Toledo se han señalado todos estos procesos, revistiendo especial interés la presencia de plurales en –o y en –a, en plurales aspirados procedentes de –os y –as.

En el espacio que no pertenece al andaluz, ni al extremeño, ni al murciano, aún se mantiene el estereotipo de que donde mejor se habla es en Burgos y en Valladolid. Y, sin embargo, las tierras castellanas por tradición también tienen rasgos que no coinciden con lo que se considera normativo:

§      leísmo, loísmo, laísmo. [...]

§      Resulta normal en la zona castellana la pronunciación de la –d final de palabra como –z /θ/: /madriθ/ por /madriđ/. De hecho hay una revista joven que se titula Madriz.

§      Como sucede también en otros ámbitos, la –d- del participio pasado tiende a perderse incluso en la conversación culta, especialmente en el sufijo –ado: La verdad es que estos días estoy muy cansáo. Perderla en el femenino –ada > á está mal considerado.

§      Aunque se evita en la conversación cuidad, se está generalizando el infinitivo para la segunda persona del plural del imperativo: Ser buenos y venir a verme pronto ‘Sed buenos y venid a verme pronto’.

§      Como en otras variedades del castellano, está muy extendido el uso de a por en contextos que sólo pedirían por: Voy a por las entradas ‘Voy por las entradas’.»

[García Mouton, Pilar: Lenguas y dialectos de España. Madrid: Arco/Libros, 1994, p. 26-30]

Terminología

 

idioma (Del lat. idiōma, y este del gr. ἰδίωμα, propiedad privada).

1. Lengua de un pueblo o nación, o común a varios.

2. Modo particular de hablar de algunos o en algunas ocasiones. En idioma de la corte. En idioma de palacio. [DRAE]      

dialecto (Del lat. dialectus, y este del gr. διαλεκτος).

1. Ling. Sistema lingüístico considerado con relación al grupo de los varios derivados de un tronco común. El español es uno de los dialectos nacidos del latín.

2. Ling. Sistema lingüístico derivado de otro, normalmente con una concreta limitación geográfica, pero sin diferenciación suficiente frente a otros de origen común.

3. Ling. Estructura lingüística, simultánea a otra, que no alcanza la categoría social de lengua. [DRAE]  

habla (Del lat. fabŭla).

1. Facultad de hablar. Perder el habla.

2. Acción de hablar.

3. Manera especial de hablar. El habla de un niño.

4. Ling. Realización lingüística, por oposición a la lengua como sistema.

5. Ling. Acto individual del ejercicio del lenguaje, producido al elegir determinados signos, entre los que ofrece la lengua, mediante su realización oral o escrita.

6. Ling. Sistema lingüístico de una comarca, localidad o colectividad, con rasgos propios dentro de otro sistema más extenso. [DRAE]

coloquial – familiar – popular - vulgar

«Coloquial: Perteneciente o relativo al coloquio.

Propio de una conversación informal y distendida. Expresión coloquial. Tono, estilo coloquial.» [DRAE]

«Vulgar: Que es impropio de personas cultas o educadas.» [DRAE]

«A primera vista podemos distinguir dos usos bien diferenciados de la lengua: el escrito y el oral. Ahora bien, es fundamentalmente el contexto en que ambos se producen lo que los diferencia; y aún así, el lenguaje utilizado en determinadas circunstancias se aproxima mucho, por su rigidez, al uso escrito. Y a la inversa, hoy por hoy la lengua escrita intenta la mayoría de las veces una aproximación lo más fiel posible a la oral. [...]

Aplicaremos genéricamente “lenguaje oral” a toda manifestación lingüística que se dé de este modo y muy especialmente al empleo corriente del idioma, es decir, “a todas las circunstancias donde no domine un afán de crear, innnovar o mixtificar u otro deseo particular” (B. Steel). La lengua hablada (= lenguaje hablado) y lengua coloquial ( = lenguaje coloquial) son conceptos que se diluyen en el de “lenguaje oral”, cabeza de familia. Nadie puede negar que una conferencia constituye un uso oral de la lengua; sin embargo, se trataría más bien de una versión “oral” de la lengua escrita. [...]

Definición de “español coloquial” que nos da Emilio Lorenzo:

El español coloquial es el conjunto de usos lingüísticos registrables entre dos o más hispanohablantes, conscientes de la competencia de su interlocutor o interlocutores, en una situación normal de la vida cotidiana, con utilización de los recursos paralingüísticos y extralingüísticos aceptados y entendidos, pero no necesariamente compartidos por la comunidad en que se producen.

Afines a “coloquial” se emplean términos como “Familiar, Popular, Vulgar” para caracterizar la lengua hablada. Todos ellos confunden sus límites en el uso real, fuera de la anecdótica distinción teórica.

Casi todos los autores están de acuerdo en que con el nuevo término (“coloquial”) se ha venido a designar lo que tradicionalmente se llamaba “estilo familiar”, espontáneo y despojado de formalidad.

Popular” se utiliza, según Rafael Seco, para caracterizar a lo que pertenece a la parte menos cultivada de un grupo social (sinónimo aproximado de “vulgar”). Y supone, siguiendo a M. Pidal, la compenetración del elemento culto con el pueblo en general (vida cotidiana). El mismo autor nos advierte que cuando se quiere delimitar físicamente “lenguaje popular”, la primera condición aludida es su carácter urbano.

Porvulgar” se entiende generalmente “lo que se sela de la norma socialmente aceptable” (Polo), o bien la lengua de uso empleada por la masa de los sujetos hablantes, o también el uso característico del bajo pueblo.

Como vemos, los conceptos “popular-vulgar” están tan próximos que casi no se diferencian. Y ambos, con “familiar” y “coloquial”, se han confundido frecuentemente. La lengua vulgar es, según Lázaro: “lengua coloquial o conversacional. Se opone a la culta. Para M. Pidal “vulgar” suponía, sin más complicación, una mayor iniciativa del pueblo inculto. Y B. Steel nos da en su manual la siguiente caracterización de “coloquial”:

Se siente comúnmente – aunque a menudo peyorativamente –, referido a un uso hablado particularmente informal (con frencuencia ‘chispeante’ o ‘popular’), en especial aquel uso que difiere de alguna manera del lenguaje formal.

No es fácil, en efecto, delimitar con precisión los campos de los distintos términos. Para facilitar las cosas provisionalmente diremos, siguiendo a Seco, que “popular” es un nivel de lengua; así también “familiar” y “vulgar”. Mientras que “coloquial” es un nivel de habla.»

[Vigara Tauste, Ana María: Aspectos del español hablado (Aportaciones al estudio del español coloquial). Madrid: SGEL, 1980, p. 10-15]

argot (Del fr. argot).

1. m. Jerga, jerigonza.

2. m. Lenguaje especial entre personas de un mismo oficio o actividad. [RAE]

jerga (Der. regres., seguramente a través del prov., del fr. jargon, y este onomat.).

  1. f. Lenguaje especial y familiar que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios, como los toreros, los estudiantes, etc.

  2. jerigonza (lenguaje difícil de entender). [RAE]

«La jerga es el uso de la lengua por un grupo que pretende relacionarse entre sí sin que se enteren los demás. La jerga juvenil es la menos jerga de todas, porque no busca aislarse y dificultar la comunicación desde el exterior, sino la definición dentro del grupo” (Gregorio Salvador)

jerigonza (Del prov. gergons).

1. Lenguaje especial de algunos gremios.

2. Lenguaje de mal gusto, complicado y difícil de entender.

3. coloq. p. us. Acción extraña y ridícula. [RAE]

caló

«caló (Del caló caló, negro). Lenguaje de los gitanos españoles.» [RAE]

germanías (Del lat. germānus, hermano)

1. Jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos.

2. Amancebamiento.

3. En el antiguo reino de Valencia, hermandad o gremio.

4. coloq. Alb., And. y Cuen. Tropel de muchachos.

5. germ. Clase de rufianes. [RAE]

cheli

Esp. Jerga con elementos castizos, marginales y contraculturales. [RAE]

«Novio o galán asiduo de una mujer. // Pasota madrileno. // Lenguaje contracultural, marginal y castizo, hablado principalmente por estudiantes, pasotas, gente de la droga, etc.»

[Diccionario enciclopédico. Barcelona: Grijalbo, 1986]

Freund, Liebhaber, Kerl. [Landengescheidts Handwörterbuch]

El cheli es una jerga juvenil (urbana, callejera) que alcanzó su máximo desarrollo y esplendor a principios de los ochenta, en la llamada juventud pasota y en los ambientes de la movida madrileña („die madrider Szene“). Tiene rasgos marginales y cotraculturales (pasotismo) y es una jerga típica de la juventud de la clase popular madrilena medio-baja desde los años 70. Se usa también como nombre que se da al joven madrileño y contestatario de la clase medio-baja. Sería sinónimo de muchacho y se usa en vocativo con un tono afectuoso.

«Resulta divertido observar como mientras la sociedad ha empobrecido su modo ortodoxo de expresarse, el mundo de la delincuencia lo ha enriquecido. Paradójicamente te encuentras más riqueza lingüistica en una cárcel que en una universidad. Por ejemplo, el cheli es ese lenguaje tontorrón, pobre y limitado, pero el «golfaray» requiere un esfuerzo creativo. Mientras que el lenguaje de los jóvenes es reductivo, el de los delincuentes es creativo. Yo he encontrado una serie de de palabras de germanía que están introducidas en nuestro lenguaje. Ahora las utilizan las señoras, pero antes la gente del hampa.» (Arturo Pérez-Reverte) [Fuente: ABC 07/06/2003.]

golfaray

jerga de truhanes y rufianes, lenguaje carcelario

«El trabajo de ambientación histórica y el necesario rigor del lenguaje me llevaron a adentrarme, también, por los vericuetos fascinantes del habla de germanía: esa lengua marginal, paralela a la general y en continua interacción con ella, que ha evolucionado con el tiempo para conservar su utilidad hermética; y que hoy es lo que algunos llamamos golfaray: el argot de los delincuentes y de las cárceles.»

[Arturo Pérez-Reverte: El habla de un bravo del siglo XVII. (Discurso de ingreso en le RAE]

pasota

un pasota > ein cooler Typ

«Pasota: anarchistisch. Außenseiter. Freak. Ser un pasota: über die Dinge stehen, den coolen Typ heraushängen.

Pasotismo: No-Future-Bewegung. Null-Bock-Mentalität.»

[PONS. Wörterbuch für die berufliche Praxis. Sp.-Dt. / Dt.-Sp., Stuttgart u. a.: Klett Verlag, 2000]

«Pasota (Der. irreg. de pasar). adj. coloq. Indiferente ante las cuestiones que importan o se debaten en la vida social, frecuentemente por hostilidad a esta. U. m. c. s.» [RAE]

«Pasota: Se dice de la persona que muestra una actitud a la vez apática y escéptica, que pretende prescindir de reglas sociales o morales, sin que suponga una rebelión contra las mismas.»

[Diccionario enciclopédico. Barcelona: Grijalbo, 1986]

Bibliografía

 

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En internet:

Ejemplos de jergas de habla hispana

Diccionario de argot de la droga

Jergas de habla hispana