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Sonetos

(comp.) Justo Fernández López

Lengua española

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sonetos

Un soneto me manda hacer Violante, A

que en mi vida me he visto en tal aprieto; B

catorce versos dicen que es soneto: B

burla burlando van los tres delante. A

Yo pensé que no hallara consonante A

y estoy a la mitad de otro cuarteto; B

mas si me veo en el primer terceto B

no hay cosa en los cuartetos que me espante. A

Por el primer terceto voy entrando C

y parece que entré con pie derecho,  D

pues fin con este verso le voy dando. E

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho C

que voy los trece versos acabando; D

contad si son catorce, y está hecho. E

[Lope Félix de Vega y Carpio (1562-1635)]

 

Diálogo entre Babieca y Rocinante

 

–¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?

–Porque nunca se come y se trabaja.

–Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?

–No me deja mi amo ni un bocado.

 

–Andá, señor, que estáis muy mal criado,

por vuestra lengua el asno al amo ultraja.

–Asno es de la cuna a la mortaja.

¿Quereislo ver? Miradlo enamorado.

 

–¿Es necedad amar? –No, es gran prudencia.

–Metafísico estáis. –Es que no como.

–Quejaos del escudero. –No es bastante.

 

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,

si el amo y escudero o mayordomo

son tan rocines como Rocinante.

 

[Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)]

 

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que aquel blanco y carmín de doña Elvira,

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

 

Pero también que confeséis vos, quiero,

que es tanta la beldad de su mentira,

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual de rostro verdadero.

 

Mas, ¿qué mucho que yo perdido ande

por un engaño tal, pues que sabemos,

que nos engaña así Naturaleza?

 

Porque ese cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande

que no sea verdad tanta belleza!

 

[Lupercio Leonardo de Argensola (1539-1613)]

 

Daba sustento a un pajarillo un día

Lucinda, y por los hierros del portillo

fuésele de la jaula el pajarillo

al libre viento, en que vivir solía.

 

Con un suspira a la ocasión tardía

tendió la mano, y no pudiendo asillo,

dijo (y de las mejillas amarillo

volvió el clavel, que entre su nieve ardía):

 

"¿Adónde vas, por despreciar el nido,

al peligro de ligas y de balas,

y el dueño huyes, que tu pico adora?"

 

Oyola el pajarillo enternecido,

y a la antigua prisión volvió las alas;

que tanto puede una mujer que llora.

 

LA MUJER

 

Es la mujer del hombre lo más bueno,

es la mujer del hombre lo más malo;

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

 

Cielo a los ojos cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo,

por falso al hombre su rigor condeno.

 

Ella nos da su sangre, ellas nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata;

es un ángel, y a veces una arpía.

 

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer, al fin, como sangría

que a veces da salud y a veces mata.

 

[Lope Félix de Vega y Carpio (1562-1635)]

 

 A la incompresión mundana

 

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

 

  Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas.

 

  Y no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,

ni riqueza me agrada fementida,

  teniendo por mejor, en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

 

[Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)] 

 

NO ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.


[Autor anónimo]

 

LA ORACIÓN DEL ATEO

 

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,

y ent u nada recoge estas mis quejas,

Tú que a los pobres hombres nunca dejas

sin consuelo de engaño. No resistes

 

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.

Cuando Tú de mi mente más te alejas,

más recuerdo las plácidas consejas

con que mi ama endulzóme noches tristes.

 

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande

que no eres sino Idea; es muy angosta

la realidad por mucho que se expande

 

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,

Dios no existente, pues si Tú existieras

existiría yo también de veras.

 

[Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936)]

 

El rayo que no cesa

Soneto 19

 

Yo sé que ver y oír a un triste enfada

cuando se viene y va de la alegría

como un mar meridiano a una bahía,

a una región esquiva y desolada.

 

Lo que he sufrido y nada todo es nada

para lo que me queda todavía

que sufrir, el rigor de esta agonía

de andar de este cuchillo a aquella espada.

 

Me callaré, me apartaré si puedo

con mi constante pena, instante, plena,

a donde ni has de oírme ni he de verte.

 

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,

pero me voy, desierto y sin arena:

adiós, amor, adiós, hasta la muerte.

 

[Miguel Hernández (1910-1942)]

 

NOCHE DEL AMOR INSOMNE

Noche arriba los dos con luna llena,

yo me puse a llorar y tú reías.

Tu desdén era un dios, las quejas mías

momentos y palomas en cadena

Noche abajo los dos. Cristal de pena,

llorabas tú por hondas lejanías.

Mi dolor era un grupo de agonías

sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,

las bocas puestas sobre el chorro helado

de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado

y el coral de la vida abrió su rama

sobre mi corazón amortajado.

[Federico García Lorca (1898-1936)]

 

RETORNO FUGAZ

 

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?

—¡Oh corazón falaz, mente indecisa!—

¿Era como el pasaje de la brisa?

¿Como la huida de la primavera?

 

Tan leve, tan voluble, tan lijera

cual estival villano… ¡Sí! Imprecisa

como sonrisa que se pierde en risa… 

¡Vana en el aire, igual que una bandera!

 

¡Bandera, sonreír, vilano, alada

primavera de junio, brisa pura…

¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!

 

Todo tu cambiar trocose en nada

—¡memoria, ciega abeja de amargura!—

¡No sé cómo eras, yo qué sé qué fuiste!

 

[Juan Ramón Jiménez]

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