Hispanoteca - Lengua y Cultura hispanas

VERBOS PRONOMINALES

Pronominalverben

(comp.) Justo Fernández López

Diccionario de lingüística español y alemán

www.hispanoteca.eu

horizontal rule

Vgl.:

Reflexivität / Cuasi-refleja / Passiv / Medialkonstruktionen / Voz Media

 

"Verbo pronominal es el que exige obligatoriamente un pronombre personal como complemento, como los verbos reflexivos, recíprocos, etc."

[Cardona, G. R.: Diccionario de lingüística, p. 228]

"Verbo pronominal

Se da este nombre al verbo que se conjuga con el pronombre reflexivo. Así, matarse, en la frase cayó a la calle y se mató (frente a se mató con un cuchillo). Este tipo de verbo, tan abundante en español (caerse, herirse, callarse, etc.), parece haber heredado la función de la voz media. A. Bello llama a estos verbos cuasi-reflejos."

[Lázaro Carreter, F., Diccionario de términos filológicos, p. 336-337]

Verbo pronominal

Tipo de verbo que requiere un pronombre para realizarse en un enunciado aun cuando no tenga significado reflexivo; p. e. quejarse, atreverse.”

[ANAYA. Diccionario de lingüística. Madrid: Anaya, 1986, p. 299]

Verbo pronominal

Verbo pronominal es el que se construye obligatoriamente con un pronombre. Hay verbos exclusivamente pronominales (arrepentirse, fugarse). Otros adoptan determinados matices significativos o expresivos en las formas reflexivas (caerse, morirse, lavarse, frente a caer, morir, lavar). (La Terminología no recoge la expresión “verbo reflexivo”, término más tradicional pero menos exacto).”

[Alonso Marcos, A.: Glosario de la terminología gramatical. Unificada por el MEC. Madrid: Magisterio Español, 1986, p. 158]

«En principio se es un pronombre reflexivo que indica que la acción realizada por el sujeto le revierte. Para que se sea un pronombre reflexivo de objeto directo la acción debe salir al exterior, debe exteriorizarse: Juan se lava. Juan se peina. Juan se viste. La acción empieza y termina en el mismo personaje; hay además una exteriorización de la acción.

Cuando la acción del sujeto no recae sobre el propio sujeto, sino sólo sobre una parte, se es objeto indirecto, así en: Juan se lava las manos. En esta oración se es objeto indirecto. El objeto directo es manos.

Cuando la acción del sujeto recae sobre el sujeto, pero sin salir al exterior del mismo, sin exteriorizarse, o sin relacionarse con el mundo exterior para ocurrir, se es un complemento ético o de interés, un tipo de objeto indirecto, pero no es objeto directo. Esto sucede con los verbos llamados reflexivos formales. En Juan se levanta la acción no sale del propio Juan, lo mismo sucede en Juan se duerme o en Juan se enfada. En todos estos casos el proceso interno, aunque se manifieste externamente por el cambio de postura, por el estado de sueño o por los signos externos que acompañan al estado enfadado. En todos estos casos se es un objeto indirecto y el verbo es intransitivo por ello. Estos verbos pueden usarse como transitivos (i.e. pueden llevar objeto directo) cuando pierden su forma reflexiva: p. ej., Juan levanta a su hermano.

Cuando dos sujetos realizan una acción igual y son de ese modo objeto directo de la acción del otro, el pronombre se está usado como recíproco: Juan y Luis se cartean. No se trata de que exista un pronombre recíproco, sino de un uso recíproco del pronombre reflexivo.

La forma del pronombre se sustituye a la forma de la tercera persona, objeto indirecto, le, les, cuando esa forma va seguida de la forma de objeto directo, lo, la, los, las: Se lo dije a ella. En este caso se trata de un pronombre personal átono.

La forma se, no reflexiva, aparece como forma impersonal: Se dice que ...

La última forma se es la de la pasiva refleja: Se venden libros. Esta forma sustituye en la lengua moderna con gran pujanza a la pasiva propia:  «Son vendidos libros».»

[Marcos Marín, Francisco: Curso de gramática española. Madrid: Cincel, 1980,  p. 211-213]

«Empleo de ser con los verbos reflexivos y medios

El latín expresaba el sentido medio y reflexivo a través de deponentes y semideponentes, “cruciari”, “delectari”, etc., o mediante el empleo del reflexivo se y la forma activa: “se abstinere”, “se continere”, etc.

En latín tardío y en romance primitivo se generalizó se para las formas de presente y esse + pp. para las de perfecto. Esta construcción aparece documentada ya en el Cid y es la que predomina a lo largo de toda la Edad Media. [...]

Según A. Illera, existieron a lo largo de la Edad Media diversos procedimientos perifrásticos para formar los tiempos compuestos de los verbos reflexivos y medios:

  1. ser + pp.
  2. se + ser + pp: mucho más li valiera si se fuesse quedado
  3. se + haber + pp.: disieles a las gentes que se oviesen quedadas

Las primeras construcciones predominan hasta el siglo XIV y en el XV es la última la más frecuente, aunque existen ejemplos posteriores de ser + pp con este valor.

Con los verbos reflexivos y medios encontramos a partir del s. XV el uso de la pasiva refleja.»

[Andrés Suárez, Irene: El verbo español. Sistemas medievales y sistema clásico. Madrid: Gredos, 1994, p. 78-79]

Pronominal

Se llama voz pronominal en español a los verbos que se construyen en todas sus formas con pronombres reflexivos de igual persona que el sujeto del verbo (Él se arrepiente / Nosotros nos arrepentimos). En general, los verbos pronominales del español corresponden a los verbos medio del indoeuropeo (el sujeto y el agente, que pueden ser distintos, ejercen sobre sí mismos una acción en su beneficio o en su provecho, pudiendo no tener complemento directo como los intransitivos). Se distinguen varios grupos de verbos pronominales o varios empleos de la voz pronominal:

a)     Los reflexivos internos o pronominales propiamente dichos, a los que Bello llamaba cuasi-reflexivos, que corresponden a verbos intransitivos (sin objeto directo) y cuya forma activa correspondiente tiene un sentido diferente (o no existe): levantarse, lanzarse, etc. Un grupo importante lo constituyen los verbos de emoción o sentimiento: arrepentirse, espantarse, avergonzarse, etc.

Hay que añadir un grupo con características propias constituido por los intransitivos de movimiento que admiten el empleo del pronombre reflexivo, en ocasiones con valor incoativo: irse, venirse, marcharse, etc.

b)    Los verbos reflexivos propiamente dichos y los recíprocos, en los que el complemento del verbo, idéntico al sujeto de la oración activa, se sustituye por un pronombre reflexivo singular o plural: Pablo lava a Pablo > Pablo se lava; Pedro y Pablo pegan a Pedro y Pablo > Pedro y Pablo se pegan. El verbo tiene el mismo sentido cuando aparece bajo la forma pronominal y cuando no se acompaña del pronombre reflexivo.

c)     Los reflexivos indirectos o reflexivos de interés: presentan un complemento directo distinto del pronombre reflexivo: Cómete este pastel. Se bebió dos litros de vino, etc.

d)     La pasiva refleja: construcción reflexiva con sentido pasivo: Se vende fruta, Se construyen muchas casas en esta ciudad, etc.“

      [Dubois y o.: Diccionario de lingüística, p. 503]

„Llamamos „verbos conjugados pronominalmente“, „formas pronominales del verbo“ o „fórmula pronominal“ a aquellos verbos o formas verbales acompañados de un pronombre me, te, se, nos, os de la misma persona que la desinencia verbal, en las mismas condiciones combinatorias que los otros morfemas (afijos) verbales. A nuestro juicio las construcciones en las que se está en lugar de le delante de lo(s) / la(s) no deben tenerse en cuenta, ya que se trata de un mero accidente fonético: Cuando alguien se los disputa, repugna al feudal acudir ante un tribunal.

Un verbo conjugado pronominalmente puede construirse de tres maneras distintas: con regente solo, únicamente con régimen directo, o sin regente ni régimen. Veremos más adelante que la construcción en la que aparecen a la vez un regente y un régimen solo en apariencia es una fórmula pronominal.

Cuando no hay régimen se encuentran tanto verbos transitivos como intransitivos. Estas construcciones no alcanzan la misma frecuencia.

A diferencia de las otras formas verbales, las formas pronominales del verbo en tercera persona plantean problemas distintos que en otras personas, o cuando menos los plantean con otra intensidad, debido a la existencia de construcciones e interpretaciones que les son propias. Por esta razón se impone, por un lado, estudiar separadamente las formas de la 3a persona y las de 1a y 2a, y, por otro, reunirlas todas para su examen común.“ 

[Kock, Josse de; Gómez Molina, Carmen: Gramática española: Enseñanza e investigación, II: Gramática: Las formas pronominales del verbo y la pasiva. Salamanca: Universidad, 1990, p. 8-9]

«Hay verbos que obligatoriamente van acompañados de un incremento personal que alude a la misma persona propia del sujeto gramatical:

Me jacto.

Te quejas.

Se arrepiente.

Nos vanagloriamos.

Os atrevéis.

Se suicidan.

Se conocen como verbos pronominales. Cuando la noción léxica de estos verbos requiere una especificación con término adyacente, este funciona como objeto preposicional. Si su referencia es consabida, queda representado por un sustantivo personal átono provisto de la misma preposición:

Se ha arrepentido Juan de su mala acción.

(= Se ha arrepentido de ello.)

Te quejas de su indolencia.

Me jacto de mi constancia, etc.

Otros verbos pueden ir o no provistos de incremento reflexivo. Pero la presencia de este (me, te, se, nos, os, se, según la persona y el número) altera más o menos el sentido a que se refiere la raíz verbal. Si esta requiere especificación, el adyacente funciona sin reflexivo como objeto directo y con reflexivo como objeto preposicional:

Las tropas ocuparon la ciudad

(sin se y con objeto directo)

frente a

Los concejales se ocupan de la ciudad

(con se y con objeto preposicional).

Por fin han acordado el convenio

frente a

Por fin se han acordado del convenio.

Estos chicos preocupan a sus padres

frente a

Esos chicos se preocupan de sus padres

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 276]

«Los verbos pronominales que van siempre incrementados por una unidad átona reflexiva, admiten como adyacente un objeto preposicional:

Me arrepiento de mis pecados,

Te jactas de tus conquistas,

Se ensaña con sus enemigos,

Nos abstenemos de bebidas alcohólicas,

No os dignáis a saludarnos,

Se obstinan en su proyecto.

Se observa que la persona del incremento reflexivo concuerda por necesidad con la que funciona como sujeto morfológico.

Otros verbos capaces de aparecer con objeto directo pueden también adoptar un incremento reflexivo, y en este caso, su adyacente ha de ser, como con los verbos pronominales, un objeto preposicional; cotéjense los ejemplos de la izquierda con objeto directo y los de la derecha con incremento reflexivo y objeto preposicional:

El ejército ocupó la ciudad.

(= La ocupó).

El alcalde se ocupó de la ciudad .

(= Se ocupó de ella).

Acogió su propuesta.

Se acogió a su propuesta.

¿Habéis acordado el día?

¿Os habéis acordado del día?

Entiendes a la vecina.

Te endientes con la vecina.

He fijado los plazos.

Me he fijado los plazos.

Decidimos la compra.

Nos decidimos por la compra.

 

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 342]

Verbos intransitivos con incremento personal de la serie reflexiva

«Algunos verbos, que normalmente no se emplean con adyacente de objeto directo (los llamados intransitivos), se construyen a veces con incremento personal de la serie reflexiva, es decir, que designan la misma persona que funciona como sujeto gramatical. Alternan ambas posibilidades:

Voy a casa <> Me voy a casa

¿Duermes? <> ¿Te duermes?

Está quieto <> Se está quieto

Salimos del teatro <> Nos salimos del teatro

Volvisteis temprano <> Os volvisteis temprano

Todos morían de hambre <> Todos se morían de hambre

No siempre son sinónimas las referencias en cada pareja. La aparición del incremento modifica, como en los casos anteriores, en mayor o menor grado, lo que se significa. Naturalmente el incremento de tercera persona de singular es forzoso cuando se elimina la mención del actor, con lo cual los enunciados correspondientes se convierten en impersonales. Estos reflexivos intransitivos alternan en la secuencia con construcciones de pasiva refleja:

En aquellas horas tempranas no se oía el menor ruido.

Si se echaba la mirada a su interior se veía constantemente una mujer gorda. Si a esta mujer se la preguntaba algo, contestaba con voz muy chillona. Se seguía adelante. Se pasaba dentro de la casa.

El tal oficio, le disgustaba, porque en el teatro adonde iba no se moría nadie en la escena, ni salía gente de luto, ni se lloraba.

Con ciertos verbos aparecen incrementos átonos que jamás se refieren a sustantivos eludidos. Verbo e incremento constituyen unidad funcional y semántica, como en los verbos pronominales (Me abstengo de circunloquios, Te arrepientes de tus palabras, etc.) y es vano discutir si son objetos directos o indirectos. Igual ocurre cuando esos incrementos se agregan a verbos intransitivos concordando también con la persona sujeto:

Me estaba quieto (Estaba quieto).

Te vas de viaje (Vas de viaje).

Se murió tranquilamente (Murió tranquilamente).

Nos salimos del teatro (Salimos del teatro).

No os anduvisteis con tiento (No anduvisteis con tiento).

Se vinieron con nosotros (Vinieron con nosotros).

Estos incrementos personales no representan a ninguna unidad eludida, son simple repercusión expresiva de la persona sujeto, y su presencia matiza diversamente la noción manifestada por el verbo.»

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 277 y 352]

Cuasi-refleja

Así llama A. Bello a la oración «en que la reflexividad no pasa de lo material de la forma, ni ofrece al espíritu más que una sombra débil y oscura»: Yo me alegro, tú te irritas, ella se enfada. Incluye en la construcción cuasi-refleja la pasiva refleja.”

[Lázaro Carreter, F., Diccionario de términos filológicos, p. 123-124]

«La gramática infantil nos familiarizó con el pronombre se cuando se une al verbo para indicar que la acción es recibida por el agente, como peinarse, o se realiza en él, como arrepentirse. Cuantos vivimos en paz con el idioma que al nacer mamamos, sabemos que el prefijo auto- funciona bien en autocontrol, es decir, ‘control de sí mismo’, pero que sería ocioso dislate afirmar que alguien se autoarrepintió o que se autopeina. Pero hay camorristas que andan a leñazo limpio con el sentido común, como el radiofonista de la media noche que dijo: “¿Cuánto tardará Mendoza en autoconvencerse de que se equivocó?” (por distracción, no dijo “se autoequivocó”).»

[Lázaro Carreter, Fernando: El dardo en la palabra. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2001, p. 602]

«Oraciones reflexivas

Como síntesis de las oraciones activas, en que el sujeto es agente, y de las oraciones pasivas, en que el sujeto es paciente, tenemos las oraciones reflexivas, en que el sujeto es agente y paciente a la vez. De ahí la denominación de reflexivas que llevan estas oraciones y los verbos que las forman: de que la acción verbal vuelve, como un rayo de luz en su espejo, sobre el origen de donde procedió: Yo me lavo es oración de este tipo, en que el sujeto yo es también el propio objeto de la oración verbal. Sin embargo, a veces el sujeto no es el objeto, sino el término indirecto de la acción verbal: la acción vuelve sobre el sujeto también, pero indirectamente. Así tenemos un segundo tipo de oración reflexiva: Yo me lavo la cara.

Hemos partido de la consideración de un caso particular de un verbo activo transitivo para dar idea de la oración reflexiva, porque de este modo se percibe perfectamente la reflexión que da nombre a estos verbos. Pero hay otras dos clases de verbos reflexivos: los que no tienen más formas que la reflexiva, esto es, los verbos reflexivos propiamente dichos, y los verbos de estado usados eventualmente con forma reflexiva. Claro está que en las oraciones constituidas por estas dos clases de verbos no habrá posibilidad de percibir el fenómeno gramatical de la reflexión. Ahora bien: las formas pronominales me, te, se, nos, os y se puede percibirse como dativos de interés, que refuerzan el valor subjetivo y afectivo de la frase: Yo voy a casa de Fulano indica simplemente el hecho de ir; Yo me voy a casa de Fulano indica una resolución adoptada por mi libre voluntad y en provecho mío. Entre Yo muero y Yo me muero hay una diferencia de intensidad afectiva en favor de la segunda expresión. Lo mismo podríamos interpretar los tipos reflexivos propios: Yo me arrepiento, Yo me quejo, aunque falta en ellos un término de comparación, por ser esta la única forma que pueden adoptar estos verbos; pero el significado mismo de todos ellos (atreverse, jactarse, dignarse, vanagloriarse, ufanarse, etc.) da indicio de un vivo contenido afectivo.

De la intervención activa y afectiva del sujeto en la acción verbal se pasa gradualmente a la meramente afectiva. La única participación del sujeto en la acción es entonces el interés, dejando de ser sujeto lógico para convertirse en sujeto afectivo. En Me he hecho un traje hay todavía cierta participación, aunque no directa, del sujeto yo en la acción del verbo, pues, por encargo mío, alguien me ha hecho un traje; pero si decimos Luis se rompió una pierna, o Luis se mató en su coche, solamente significamos que sufrió la fractura o la muerte, sin que él tuviese la menor intención de ello.

El extremo de esta evolución lo constituyen oraciones reflexivas con sujeto inanimado tan curiosas como El cubo se sale (el líquido es el que se sale del recipiente) y El tejado se llueve (la lluvia cala el tejado).

A veces, la forma reflexiva carece de todo matiz afectivo, para indicar solo comienzo de la acción: dormirse es empezar a dormir. [...]

Los elementos característicos de la oración reflexiva son, pues:

a) sujeto agente y paciente;

b) predicado verbal reflexivo.

Eventualmente pueden tener:

c)  un complemento directo, cuando así lo requiera el verbo, y

d) un complemento predicativo concertado con el sujeto.

Además de diversos complementos, como los que pueden llevar las demás oraciones.

Ejemplos:

No te me escapes, Juan.

Se deslizó suavemente el deportista hasta el barranco.

Se esparcen las noticias con demasiada facilidad.

Nos hemos ido a Suiza a pasar las vacaciones.

Con complemento directo:

¿Os habéis traído los libros?

Usted se tiñe el pelo.

Nosotros los tres hermanos nos estudiamos muy bien las lecciones.

Con complemento predicativo:

Ante aquella desgracia, mi padre se vio perdido.

Los arroyos se despeñan rumorosos desde la cumbre.

Todos nos quedamos atónitos.»

[Seco, Rafael: Manual de gramática española. Madrid: Aguilar, 1980, p. 200-201]

«Verbos reflexivos

Se llama reflexivo o reflejo el verbo cuya acción recae en el mismo sujeto que la ejecuta, el cual puede ser una persona o cosa, o bien un pronombre personal que la reproduzca. Son, pues, en su origen verbos transitivos. Pero hay verbos que no pueden usarse en el castellano actual en más forma que la expresada, como:

atreverse, jactarse, quejarse, dignarse, arrepentirse, condolerse, etc.

Son los que llama Bello “reflejos” o “pronominales”, y Lenz “reflejos obligatorios”, y lógicamente son intransitivos, aunque algunos hayan sido transitivos en su origen (atreverse y jactarse). Pero hay otros muchos activos que pueden tomar la acepción reflexiva construyéndose en la misma forma, como: lavarse, moverse, estropearse, etc.

En castellano tiene gran extensión el uso del verbo reflexivo, tanto que acaso no le iguale en ello más que el italiano. Lo aplicamos 

a verbos de movimiento: andarse, huirse, salirse, etc.;

a verbos de estado: estarse, quedarse, dormirse, callarse;

a verbos incoativos: crecerse, adormecerse, obscurecerse, enriquecerse;

a verbos transitivos, a verbos intransitivos, etc.

La forma propiamente reflexiva o refleja es aquella en que el sujeto es al propio tiempo objeto de la acción, tanto si está representado por un complemento directo como indirecto: me lavo, me digo, etc.

No se puede lógicamente atribuir carácter reflexivo a los verbos intransitivos, cuya característica es precisamente que la acción del verbo sea de predicación completa, esto es, que no pase a un complemento y, por tanto, que no salga del sujeto. Y si no sale, ¿cómo podrá volver a él?

Esto nos marca ya una diferencia de estas construcciones, que Bello agrupa bajo la denominación de cuasi-reflejas. Con los verbos transitivos: acobardarse, espantarse, alegrarse, irritarse, avergonzarse de o por algo, que expresan por lo general emociones o estados de alma, podríamos suponer una verdadera acción reflexiva, como la que en ciertos casos nos permitiría complementarla pleonásticamente: me acobardo, me espanto, me alegro, etc., a mí mismo; pero nos convencemos de que no existe tal reflexividad si pensamos que falta lógicamente la igualdad de sujeto agente y de complemento acusativo. En efecto, si digo, como en el Tenorio:

y me avergüenzo / de mirarte así a mis pies,

el sujeto lógico que causa mi vergüenza es “mirarte así a mis pies”.

El dar un supuesto sujeto agente de persona obedece, prescindiendo de lo que pueda haber de afirmación de la propia personalidad, al instinto que se nieva a aceptar una acción realizada por los objetos. Cuando decimos:

me he cortado con el cuchillo,

es seguro que el corte se ha realizado sin nuestra voluntad, y que es el cuchillo el que nos ha cortado; y si oímos decir a un niño:

me he cortado sin querer,

preguntamos inmediatamente: “¿con qué te has cortado?”.

Es decir, inquirimos el agente de la acción, como podríamos preguntar: “¿qué te ha cortado?”

En otros casos, y cuando se trata de emociones, al percibirlas en nuestro interior nos imaginamos como una reacción de nuestro propio ser ante lo que las determina. En el ejemplo del Tenorio:

mirarte así a mis pies,

produce sensación de vergüenza al Comendador, pero como es él quien la experimenta, un egotismo latente le hace considerarse como sujeto y decir:

me avergüenzo.

En los verbos intransitivos no cabe la repetición pleonástica del pronombre reflexivo: no es posible decir

me luzco a mí mismo,

me escapo a mí mismo,

por lo que en ningún caso deben considerarse como reflexivos. Pruébese este pleonasmo en los siguientes ejemplos:

salime yo una mañana;

la gente de mí se huía;

contigo me partiría;

medio mundo se río del otro medio, y yo me río del mundo entero,

y se verá que este de todo punto imposible.»

[Martínez Amador, Emilio M.: Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1974, p. 1442-1443]

«Verbos seudoreflexivos

Así llaman algunos gramáticos a ciertos verbos intransitivos que se construyen con los pronombres me, te, se, que caracterizan a los verbos reflexivos. Tal ocurre con irse, estarse, morirse, y con otros que sólo se usan con dichos pronombres, aunque están muy lejos del sentido reflexivo, como arrepentirse, atreverse, quejarse, jactarse, etc.

En estos verbos era antes corriente la supresión de la partícula se, que los convertía en intransitivos. Así ocurría especialmente cuando ya se había expresado el verbo con la partícula, como se ve en el “sí digno”, de Sancho, en el capítulo VII de la II parte del Quijote, o en este ejemplo de Frau Juan de los Ángeles (Diálogos, VIII, IV):

–No se compadece lo uno con lo otro. –Sí, compadece de esta manera.

Pero también vemos la supresión sin expresión previa. En el Examen de ingenios, del Dr. Huarte, se hallan construcciones como:

este humor... contradice con;

los filósofos naturales dicen que no hay que espantar.

En cambio, muchos transitivos o intransitivos toman innecesariamente la partícula se que los convierte en esta clase de reflexivos: creerse, saberse, callarse, etc. Y así decimos:

¡Que te crees tú eso!,

Me sé la lección,

Se calló lo más importante, etc.»

[Martínez Amador, Emilio M.: Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1974, p. 1444]

Construcción cuasi-refleja

Con esta denominación, introducida por Andrés Bello en las gramáticas del español, se hace referencia a las oraciones que, si bien no tienen un sentido inequívocamente reflexivo, se asemejan a las oraciones reflexivas («Ana se ha maquillado esta mañana») por presentar junto al verbo una forma pronominal átona de tipo reflexivo o reflejo; esto es, un pronombre átono (me, te, os, nos, etc.) que coincide en los rasgos de persona con el sujeto, cuando éste se halla presente en el esquema de la oración («Vosotros os preocupáis por nada»), y que, en tercera persona, adopta la forma específicamente reflexiva o refleja se: «El niño ya se ha dormido».

El término abarca, pues, a todas las construcciones pronominales de carácter no reflexivo: medias o anticausativas («La pobre mujer se emocionó al recibir el ramo»), pasivo-reflejasSe registraron todas las habitaciones»), impersonales-reflejasSe come muy bien en este restaurante»), así como oraciones constituidas por un verbo pronominal: «Este chico se queja de todo».”

[Alcaraz, Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 143]

Construccion pronominal

Con la denominación ‘construcción pronominal’ se alude, generalmente, a oraciones como las que se incluyen en los siguientes enunciados: «Yo no me arrepiento de nada», «Las modelos se maquillas cuidadosamente», «Las flores se han marchitado», «Tú te asustas enseguida», «Se vive muy bien aquí».

El rasgo sintáctico que comparten todas ellas, el que justifica el hecho de que se denominen ‘construcciones pronominales’, consiste en la presencia, junto al verbo, de una forma pronominal átona (me, te, se), un clítico de carácter reflejo que, como tal, concuerda en los rasgos de persona con el sujeto, en caso de que éste se halle presente en el esquema oracional («Tú te asustas», «Yo no me arrepiento»), y adopta la forma específicamente refleja se cuando el clítico que requiere la construcción es el correspondiente a la tercera persona: «Las flores se han marchitado», «Las modelos se maquillan cuidadosamente», «Se vive muy bien aquí».

Aunque coinciden en ese rasgo común, las ‘construcciones pronominales’ constituyen, no obstante, un conjunto heterogéneo de esquemas oracionales en el que habitualmente se diferencian varias clases: Cf oración reflexiva, media, pasivo-refleja, impersonal refleja, verbo pronominal.”

[Alcaraz, Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 134]

«Verbo pronominal.

Se consideran ‘pronominales’ los verbos que, como es el caso de jactarse, arrepentirse, vanagloriarse, repantingarse, se utilizan invariablemente con una forma personal átona de tipo reflexivo o reflejo (me, te, se, etc.), concordante en los rasgos de persona con el sujeto de la oración: “Yo me arrepiento de haberle ayudado”, “El vecino se repantingó en la butaca delante del televisor”, “Te vanaglorias excesivamente de tus habilidades”.»

[Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 593]

«La voz media:

Se conjuga como los verbos pronominales, con dos pronombres personales, el uno como sujeto y el otro como complemento, o también con un nombre y su correspondiente pronombre: YO ME alegro. LA NIÑA SE arrepiente.

Los griegos conservaron con más fidelidad que los latinos esta voz del indoeuropeo. La forma medio-pasiva les sugería dos modalidades significativas: Desato para mí y Soy desatado. La nota distintiva de la voz media es el interés por el sujeto. De otro modo algunos gramáticos explican este fenómeno por el llamado dativo de interés o dativo ético.

Los latinos, en sus formas deponentes, dijeron nascor (nacerse), morior (morirse) y orior (originarse), formas medias por el interés o participación que muestran por el sujeto. ¿Cómo aparece nascor en español para que puede llegar a nacerse? Esta voz pudiera llamarse también afectiva, y es que hay algo afectivo en esta evolución verbal. Nascor (nacerse) es medio o deponente, porque en español es presentarse en la vida (voz media). Desde el periodo de la fecundación o gestación o vida intrauterina, el embrión o feto, en el código y en la moral cristiana, es sujeto de derechos. Se defiende esa vida desde el punto de vista jurídico y cristiano. Dos ejemplos claros: Por el techo de esa gruta sale agua (sin interés). Por el caño de mi casa se sale el agua (con interés personal o de voz media; porque tengo que comprar otro o arreglarlo o estar sin servirme de él; es reflexivo no impersonal: el sujeto eres , el dueño).

La explicación por el dativo ético es sencilla. Con él se expresa que el sujeto, más que recibir indirectamente la acción, es partícipe de su actividad, la cual se produce dentro de él o en relación con él: SE queda en casa todo el día. Siempre NOS viene con disculpas. Cuando decimos: SE ME murió mi madre, no añadimos un informe nuevo al asunto; expresamos sencillamente nuestra intervención afectiva en el hecho.

Los verbos pronominales que forman la voz media son reflexivos de forma, pero no de sentido. No hay en ellos acción que recaiga sobre el mismo sujeto: Me voy; se murió. Cae la acción de un modo afectivo y por eso son medios.

A estos verbos pronominales pertenecen, sobre todo, los que significan vida interior y los de movimiento. Indican afecto (avergonzarse, serenarse, enojarse, burlarse, alegrarse, etc.), voluntad (empeñarse en, decidirse por, revolverse a, etc.), memoria y olvido (acordarse, olvidarse), saber incierto (imaginarse, suponerse, barruntarse, figurarse). Se incluyen en los de vida interior los que llevan complemento de interés: ME temo que sea ya tarde. Ese me temo es como decir: Temo para mí que ...

En los pronominales entran también los verbos de movimiento de forma transitiva (enderezar algo, precipitar a alguien) o intransitiva (subir, salir), pero siempre con el pronombre reflexivo: irse, marcharse, venirse, salirse, subirse, bajarse, encogerse, moverse, ponerse, precipitarse, escaparse, morirse, etc.

Algunos admiten el complemento de interés: ME subí la cuesta; ME torcí un pie

[Alonso, Martín: Evolución sintáctica del español. Madrid: Aguilar, 1964, seg. edic., p. 414-415]

Medialidad y pasiva refleja

«Que la pasiva refleja permite ocultar el agente, y da al sujeto paciente una cierta participación en la acción, ha sido señalado varias veces. En las lenguas de diátesis morfológica indiscutible, como el griego, esta función, y su significación correspondiente, se expresaba por la voz media. El español, que no tiene ni siquiera una pasiva sintética, no tiene tampoco, en su morfología, una forma para expresar ese matiz de medialidad; ello no impide que, cuando es necesario, pueda expresarse de algún modo. Por ello conservamos la larga cita de nuestro maestro, Américo Castro 1, que puede tomarse como modelo de un análisis diacrónico de una noción gramatical (y no sólo semántica):

La pasiva refleja comienza ya en latín. Hubo, por lo visto, en esta lengua gran resistencia por parte del pueblo a usar la pasiva, lo mismo que hoy acontece en español. Así, p. ej., dice Plauto: “quae me amat, quam contra amo”, utilizando el giro directo en lugar del pasivo, “uxor me amat et amatur a me”.

Esto se debió en latín a la misma causa que en español: a que nos ha interesado mucho más la actividad de un agente que la receptividad del paciente (...).

Consiguientemente, cuando el latín se abandonó al uso espontáneo del pueblo, las construcciones pasivas desaparecieron (amatur, moneor, etc.), y la función que desempeñaban estas palabras fue expresada por otros giros que no es del caso analizar sino en lo que atañe a la tercera persona. En efecto, cuando se expresaba que un objeto era receptor de una actividad (esto sólo podía acontecer en la tercera persona), muchas veces no se decía de quién procedía aquélla: littera scribitur, „la carta es escrita“; hoc dicitur, „esto es dicho“, pero sin expresar quién escribe o quién dice. En este momento sucedió un cambio fundamental, motivado por lo que decíamos antes de la resistencia con que el pueblo empleó la pasiva, y, además, por el carácter impersonal que acabaron por adquirir esas frases. La conciencia popular buscó, a pesar de todo, un sujeto a quien referir la acción del verbo, y dijo littera se scribit, hoc se dicit, „la carta se escribe“ y „esto se dice“, y convirtió así en sujeto gramatical lo que has entonces objetivamente había sido y seguiría siendo complemento directo; y fue-ron asimiladas estas construcciones a las reflexivas del tipo „él se lava“ suponiendo que los objetos son capaces de la misma actividad que las personas. (El mismo fenómeno psíquico se produce cuando se dice ‘el libro pone tal cosa’).

Así pues, la pasiva refleja fue producida por un deseo de vitalizar las cosas, y únicamente el análisis descubre el carácter pasivo, dando una explicación psicológica a lo que lógica y objetivamente no la tiene (...).

En español tales construcciones se emplean sin trabas cuando se trata de objetos y se prorroga así el uso del latín vulgar: “se cierra la puerta”, “se miran los cuadros”, y, conforme a su origen, la concordancia del verbo con el sujeto gramatical es de rigor. Con personas llegó a producirse alguna dificultad. Si decimos „se miran los soldados“, puede haber ambigüedad, pues no sabemos entonces si los soldados se miran entre sí o si alguien los está mirando. Para obviar ese inconveniente, desde el siglo XV se usa la preposición a para indicar que la persona es el término de la acción del verbo, y no el sujeto. Es decir, al movimiento mental algo confuso que creó aquella construcción, sucede ahora una reacción de análisis y claridad. De ello resultan frases del tipo “se consulta a los médicos”, en la que ya se ha roto la concordancia, puesto que a hace sentir gramaticalmente que “los médicos” no es el sujeto; pero en cambio queda ahí el se como apéndice extraño, y que sin embargo no puede suprimirse. ¿Cuál es la función de ese acusativo fósil? Únicamente indica el carácter impersonal de la oración, lo mismo que en “se mira el cuadro”. Gramaticalmente no se puede expresar quién mira; y como sucede en esos casos, surge en seguida la noción de alguien no expresado, vago e impersonal, que realiza la actividad del verbo. Recuérdese el carácter impersonal que tenían en latín dicitur, legitur, etc.

En estas oraciones de complemento de persona precedido de a es directo o indirecto, según la naturaleza del verbo; en “se mira a los soldados” es directo; y en “se paga a los acreedores”, indirecto. Pero aunque sea así, al reproducir estos complementos por un pronombre, este pronombre es siempre le, les, en regiones y en escritores que no emplean lo, la, para el dativo: “se le consulta”, “se les paga”. Cuervo piensa con acierto que en esta combinación se le - en que se es gramatical e históricamente acusativo -, le ha recibido la función de dativo para separarse más claramente de las combinaciones “se lo dio”, “se la dio”, en que se es dativo de persona y lo, la, acusativos de cosa, y también para evitar la reunión de dos acusativos, como habría acontecido si se hubiese dicho “se los consulta a los médicos”. Me parece, además, que este uso de se le, fue favorecido por los casos en que el pronombre reproducía el régimen de un verbo que pedía dativo, como en “se paga a los acreedores”. Cuando al verbo sigue un complemento directo de cosa, y otro indirecto de persona: “se da dinero a los pobres”, al emplear un pronombre reproductivo, éste no podía ser sino les: “se les debe dinero”. Estos casos han influido sobre cuestiones de tipo “se consulta a los médicos” = “se les consulta”. No me parece, pues, que se puede decir en absoluto, como Hanssen (Gramática Histórica, 513) que sea indirecto todo complemento con a del verbo en pasiva refleja; él cita “se invoca a los santos”. Es decir, que aun cuando en “se les invoca” les sea dativo, por analogía, lo mismo que en “se les paga”, eso no impide que en “se paga al acreedor” el complemento sea indirecto, y en “se ve al amigo” sea directo. Una delicada complicación de estas construcciones.

La analogía, que con tanta fuerza gobierna el lenguaje, ha ampliado las posibilidades de estas construcciones. El sentido primitivo, que aspiraba a indicar que una cosa realizaba la acción, ha ido esfumándose, y ha predominado el significado impersonal de la acción. De ahí que el verbo pueda estar solo: “se canta”, “se vive”; o modificado por un adverbio: “se come bien”; o recibir un predicado con valor adverbial: “se lucha seguro”.

Como se ve en todos esos ejemplos y sus análogos, el progreso que ha realizado nuestra construcción ha consistido en que el verbo ha pasado a ser impersonal (y como tal puede estar solo) o ser modificado por un adverbio o por un predicado que haga su oficio. A veces el se ha llegado a despertar plenamente la noción de un sujeto, a pesar de lo cual no se suelen usar aquí verbos predicativos, sobre todo ser y estar, meros vehículos para predicar determinaciones de un sujeto. No se debe decir: “se está contento en mi familia”, “se era agradable”, cuando nos proponemos dar a la oración un sentido de pasiva refleja e impersonal, y eso sencillamente porque no hay sujeto claro a quien referir tales predicados.

No obstante, a veces se oye y se lee: “se está conforme”, “se es simpático”, etc. Aquí se trata de una influencia francesa, cuyas oraciones con on influyen inconscientemente. (Sin embargo, en la época clásica se ha escrito: ‘asno se es de la cuna a la mortaja’, ‘siempre se es el mesmo en su ánimo’. Pero es difícil decidir si el uso moderno continúa el antiguo en este caso o si se trata sólo de galicismo. Probablemente ambas cosas). Como en la mayoría de los casos coinciden ambas construcciones, y se puede traducir on mange bien por “se come bien”, modernamente se traduce analógica e indebidamente on est d’accord por “se está conforme”. Pero esto no debería decirse: en francés on es un verdadero sujeto, reducción de la palabra homo, y en cambio se, como hemos visto, es muy otra cosa. En español antiguo, hasta el siglo XVI, hubo una construcción análoga a la francesa formada con hombre; se decía: “como hombre se viste”, “hombre va hacia el río”, correspondiendo exactamente hombres al francés on y al alemán man; pero de ello sólo queda rastro en algún dialecto. Hoy en esos casos empleamos uno (con limitaciones, sin embargo). Quién sabe, empero, si logrará el uso generalizar las oraciones del tipo “se está contento”.

Hay otra incorrección que se está desarrollando modernamente, aun entre grandes escritores, de carácter bastante desagradable, y que consiste en poner el verbo en singular cuando la cosa que siga esté en plural; p. ej.: “se lee libros”. Entre el vulgo de Hispanoamérica se oye a menudo: “se vende patatas”, etc.

La explicación de este giro creo que es ésta: en “se llama a los amigos” se ha visto un caso de complemento de persona con preposición, y cuando el complemento es de cosa, se han limitado a suprimir la a, juzgando que se trata de la alternancia “veo a Pedro”, “veo el libro”. Miguel de Unamuno escribe: “Hácese bastones; ya que no de papel, de cartulina.”

El mismo giro se encuentra en Benavente y en otros excelentes escritores. Pero es muy de lamentar que tal vulgarismo se aclimate. Precisamente en las frases del tipo “se leen libros”, se conserva pura la primitiva construcción románica, prolongación de la voz media, voz que el indo-germánico había poseído, y para la que el latín no tuvo ya órgano morfológico; la conciencia popular siente aún en España la concordancia en estos casos; ¿por qué, pues, introducir esas horribles oraciones de la clase de “se encuentra vagabundos”, “se lee estas frases”?

[Marcos Marín, Francisco: Curso de gramática española. Madrid: Cincel, 1980, p. 289 ss.]

_____________

1   Castro, Américo: La enseñanza del español. Madrid: V. Suárez, 1922, p. 40 ss.]

„Cuando el verbo conjugado pronominalmente es un verbo intransitivo, por naturaleza o por estar así empleado en el ejemplo examinado, no puede construirse con un régimen y el grupo nominal que lo acompaña sólo puede ser regente. A la dificultad de definir la intransitividad en sí, enumerar los verbos intransitivos o decidir cuándo se trata de un verbo empleado intransitivamente, se añade la de saber si la ausencia de régimen directo, o la imposibilidad de que lo haya, se debe a la naturaleza eventualmente intransitiva del verbo o a su conjugación pronominal. Como contrapartida, esta situación –ambigüedad o coincidencia– explica cómo y por qué muchos verbos intransitivos pueden conjugarse tanto pronominalmente como no sin consecuencia alguna: intransitividad y conjugación pronominal tienen en común construirse sin régimen directo o no mencionar al actante paciente mediante tal función gramatical.

Los verbos que no se construyen prácticamente nunca con régimen –los verbos intransitivos por naturaleza–, pueden conjugarse pronominalmente, –aunque no sea casi nunca con la misma frecuencia–, sin que de ello resulte una inversión del sentido actancial como es el caso con los verbos transitivos.

Hay pueblos que se quedan por siempre en este estadio elemental.

Algunos verbos, siempre intransitivos, no aparecen sino conjugados pronominalmente, en el corpus o incluso en un estadio de lengua. Antojarse y adueñarse sólo se conjugan pronominalmente, atener es anticuado y referir es muy poco frecuente frente a referirse. Se trata de usos fijados fortuitamente sin más repercusiones gramaticales o interpretativas.“

[Kock, Josse de; Gómez Molina, Carmen: Gramática española: Enseñanza e investigación, II: Gramática: Las formas pronominales del verbo y la pasiva. Salamanca: Universidad, 1990, p. 16]  

„A falta de inversión actancial se han atribuido a las formas pronominales de los verbos intransitivos diversos matices  aspectuales. En nuestra opinión distan éstos mucho de ser evidentes, se prestan difícilmente a ser demostrados y en la mayoría de los casos se deben más al contexto, a las circunstancias o incluso a interpretaciones preconcebidas.

Al no haber oposición con otro actante con verbos intransitivos, el papel actancial del que está presente no siempre puede definirse con claridad, o bien es indefinible. La acción supone la contribución o el aval del actante mencionado, sin que haya un sentido reflexivo.“

[Kock, Josse de; Gómez Molina, Carmen: Gramática española: Enseñanza e investigación, II: Gramática: Las formas pronominales del verbo y la pasiva. Salamanca: Universidad, 1990, p. 16-17]  

„La multiplicidad de los términos para designar las construcciones pronominales y sus significados, así como su ambigüedad testimonian de la dificultad de definir la correspondencia entre la gramática y el mundo referido. Es manifiesto que las categorías y las funciones gramaticales al uso son insuficientes para expresar de manera inequívoca la variedad y complejidad de la realidad, tanto objetiva como subjetiva, y se evidencia que las clases y las relaciones semánticas o lógicas derivadas de tal realidad o concebidas mentalmente, son ineptas para dar cuenta total del funcionamiento gramatical. Esta incompatibilidad o desajuste entre clases o relaciones gramaticales y semánticas, patente en el análisis y que, por otro lado, el uso variable revela, no es óbice de la pertinencia de cada una de ellas separadamente por su lado. Comoquiera que, en toda comunicación lingüística, con excepción de los fenómenos de redundancia entre sistemas de comunicación, el mensaje, sea cual fuere, debe plegarse al código gramatical para poder transmitirse, no es descabellado examinar el contenido a favor del código. Como tampoco lo es que en un estudio lingüístico las categorías y la construcción gramatical prevalezcan sobre las clases y el sistema de relaciones semánticas.

Si se admite que «agente» y «paciente» («objeto»), por separado o asociados, a la vez que «pasivo», «reflexivo» («recíproco»), y «medio» constituyen clases y relaciones semánticas que pueden ser expresadas mediante las formas pronominales de verbos transitivos e intransitivos, puede verse que, salvo un caso escasísimo, la construcción con complemento de agente, todas las interpretaciones tienen en común dos rasgos semánticos: se refieren a un solo actante directamente implicado en la acción expresada por el verbo y se trata siempre del paciente (objeto). [...]

Todas las interpretaciones aluden a un actante único: no cabe otra posibilidad en la interpretación media que excluye un segundo actante al ser la autosuficiencia del actante mencionado su característica principal: el proceso le atañe a él solo y no reclama a ningún otro para realizarse. En la interpretación reflexiva (recíproca) agente y paciente no forman sino el mismo actante. La fórmula pronominal de sentido pasivo se destaca de la fórmula adjetiva por no mencionar sino muy excepcionalmente al agente de la acción expresada por el verbo.

Al faltar el segundo actante, o sea una oposición actancial, se debilita la orientación actancial. Esto da lugar a que los significados identificados pueden expresarse mediante la misma fórmula y que más de un ejemplo pueda ser interpretado de diversos modos: pasivo o reflexivo, pasivo o medio, medio o reflexivo.

Si se atribuye una interpretación media a los verbos intransitivos – siempre y cuando sea posible distinguir sin lugar a dudas entre transitivos e intransitivos – y si se admite que los ejemplos de verbo transitivo son pasivos con regente inanimado y reflexivos o recíprocos con regente animado, salvo si esta interpretación pudiera parecer absurda, se puede establecer el siguiente cuadro.

Esquemáticamente, el campo actancial abarcado podría representarse de la manera siguiente:

Según L. Tesnière, empleamos «actante», «actancia» y «actancial» para referirnos a las personas, cosas y nociones designadas y a las relaciones que puedan existir entre ellas en la realidad.

Ponemos en guardia contra toda interpretación abusiva de este esquema. No puede ser la representación exacta de la realidad lingüística, ni cubrirla en toda su complejidad. Numerosos factores que se manifiestan en variadas ocasiones, léxicas y semánticas, perturban su simetría. Omitimos el señalar numerosas implicaciones; no es evidente que el mismo esquema pueda servir con arreglo a otros puntos de vista. El presente esquema pretende solamente representar visualmente el lugar de la fórmula pronominal en la expresión verbal de la actancia. Otras representaciones gráficas son posibles.

Se puede tratar de representar todas las construcciones e interpretaciones posibles mediante un solo verbo y los mismos lexemas, agente o paciente:

los chóferes paran los coches

los chóferes paran

los coches paran

los chóferes se paran 

los coches se paran

los chóferes se paran 

los coches son parados

los coches se paran

se para a los coches

se los (les) para

los coches son parados por los chóferes

los coches se paran por los chóferes

En el esquema las diversas fórmulas actanciales de la actancia directa se alinean sobre una recta. Las fórmulas completas (dos actantes expresados) se encuentran en los laterales derecho e izquierdo, las fórmulas incompletas (un actante expresado) se encuentran en la parte interior.

La fluctuación actancial de la fórmula pronominal se manifiesta en este esquema: cubre toda el área pasiva, permite la combinación de los sentidos pasivo y activo en una sola expresión (interpretación reflexiva y recíproca) y llega a penetrar en el área activa (verbos intransitivos). Sin embargo, no sirve para la expresión de una actividad acabada. La fórmula pronominal comparte esta ambigüedad con la fórmula intransitiva, que aparece a la vez en el área activa y pasiva, aunque sea con lexemas (verbales y/o nominales) diferentes.“

[Kock, Josse de; Gómez Molina, Carmen: Gramática española: Enseñanza e investigación, II: Gramática: Las formas pronominales del verbo y la pasiva. Salamanca: Universidad, 1990, p. 24-27]  

Guillermo Rojo: Breve historia de las Gramáticas de 1771 y 1796

«Dado lo que sabemos acerca del largo período de gestación de la obra y la existencia de un gran número de disertaciones de orientación diversa, la primera hipótesis que surge es, naturalmente, la de considerar que no se da nombre a esa parte precisamente para evitar tomar decisiones en un tema con respecto al cual probablemente había divisiones entre los académicos, línea en la que parece moverse Sarmiento (1984: 48-49). Sin embargo, en los casos de conflicto, conceptual o simplemente terminológico, el texto académico tiende habitualmente a extenderse en la exposición del problema y la justificación de la solución adoptada, como sucede con el número de partes de la oración, aludido en el prólogo, o en lo que puede verse acerca de los verbos llamados reflexivos o recíprocos:

Tras señalar que "el verbo se divide en activo, neutro, y recíproco", el texto de 1771 se introduce en una interesante discusión acerca de las implicaciones del uso de cada término en la que, salvo en la solución final, muestra una postura muy acorde con lo que podríamos decir en la actualidad: "Recíprocos, o reflexivos llaman á los verbos, cuya significación no solo no pasa á otra cosa, sino que retrocede por medio de algún pronombre personal, a la que da acción o movimiento al verbo, como: amañarse, arrepentirse, abroquelarse [...]. Estos verbos que nunca se usan sin pronombres personales, no debieran llamarse recíprocos, ni reflexivos, sino pronominales. Recíprocos serían los que por sí solos expresasen la acción reciproca entre dos, ó mas personas, como si en esta oración: ámanse los hombres, se pudiese entender sin ambigüedad de sentido, que los hombres se aman unos á otros [...]. Reflexivos serían aquellos verbos que significasen la acción de dos agentes, de los cuales el uno fuese solamente móvil de ella, y el otro la recibiese, y al punto la rechazase, ó despidiese de sí [...]. No siendo, pues, estos verbos ni recíprocos, ni reflexivos, debiera aplicárseles otra denominación, y ninguna les convendría mas que la de pronominales, porque no pueden usarse sin pronombres.

No obstante estas razones ha prevalecido el uso de llamarlos recíprocos; y entendido así no hay inconveniente en usar de esta denominación, pues por verbos recíprocos entenderemos lo mismo que por verbos pronominales" (GRAE-1771: 58-61).»

[Guillermo Rojo: "El lugar de la Sintaxis en las primeras Gramáticas de la Academia", en: RAE – Publicaciones – Discursos de ingreso]

«En las oraciones de verbo reflexivo, el sujeto es a la vez agente y paciente. En la oración Yo me lavo, el pronombre me es complemento directo del verbo lavo. En Yo me lavo las manos, el complemento directo es las manos, y me es complemento indirecto. Por esto las oraciones de verbo reflexivo suelen llamarse directas o indirectas según que el pronombre átono ejerza en ellas la función de uno u otro complemento: Luisa se ha peinado, es reflexiva directa. Luisa se ha puesto un sombrero, es indirecta.

Los ejemplos anteriores representan el tipo reflexivo puro o primario, porque la acción vuelve de un modo u otro sobre el sujeto que la realiza. Pero con los verbos causativos el sujeto no es propiamente agente, sino que interviene o influye en la acción que otro ejecuta: Tú te haces un traje; Me construí una casa, indican únicamente que el sujeto encarga, ordena o costea la acción, sin que él la realice por sí mismo.

De un modo análogo la reflexión del acto puede atenuarse de tal manera que los pronombres no sean ya complemento directo o indirecto, sino que indiquen, con más o menos vaguedad, una participación, relación o interés en la acción producida.

Las gradaciones que atenúan y aun llegan a borrar el carácter reflexivo primario del pronombre son muy numerosas y frecuentes. Van desde los llamados dativos éticos y de interés (Ella se tomó el café; Se le hundió el mundo; No te me vayas), hasta las expresiones con verbos intransitivos, que se llaman seudorreflejas por sentirse ya muy distantes del significado propiamente dicho, como: Me voy; Nos estamos en casa; Mi vecino se ha muerto; Me salí del despacho. En estos ejemplos, el leve matiz de percepción o participación, que el pronombre denota, distingue con claridad estas oraciones de las activas o de estado que se obtendrían suprimiendo el pronombre: Voy; Estamos en casa; Mi vecino ha muerto; Salí del despacho.

En ciertos casos se llega a tal distancia del sentido reflexivo, que para dar a entender que el agua sale de la bañera o la lluvia atraviesa el tejado, decimos que La bañera se sale o El tejado se llueve.

Hay verbos que actualmente no admiten más formas de expresión que la pronominal. Tales son arrepentirse, atreverse, quejarse, jactarse.

El Diccionario de la Real Academia Española califica como pronominal a todo verbo o acepción que se construya en todas sus formas con pronombres reflexivos. “Hay verbos exclusivamente pronominales, como arrepentirse. Otros adoptan determinados matices significativos o expresivos en las formas reflexivas: caerse, morirse, frente a las formas no reflexivas: caer, morir”. La calificación de reflexivos, que el mismo Diccionario aplicaba antes uniformemente a estos verbos, no era propia para todos estos matices significativos o expresivos. En cambio, la de pronominal, aunque atiende únicamente a la forma, abarca los significados reflexivos y los que no lo son.

En el habla corriente y popular existe fuerte tendencia a construir como pronominales muchos verbos, transitivos e intransitivos, que no suelen usarse así en el habla culta y literaria: Ya se murió, frente a Ya murió. En los novelistas hispanoamericanos hallamos abundantes ejemplos que reproducen el lenguaje coloquial de los medios populares: Enseguida se regresó a la Casa Grande (R. Gallegos, Pobre negro: El Santo más allá del límite); ¿Y si nos juyéramos de aquí?) F. L. Urquizo, Tropa vieja: Los montados; Veo a su hija en peligro, y solo se me ocurre gritarle que no se robe las nueces (J. Lezama Lima, Paradiso, cap. III).»

[RAE: Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1977, § 3.5.4, pp. 379-381]

«Verbos pronominales:

Los verbos pronominales son los que se conjugan obligatoriamente con el pronombre personal átono. Éste es un mero componente del verbo (algunos gramáticos lo llaman morfema del verbo), pues aparece totalmente desfuncionalizado, es decir, no desempeña función nominal alguna de complemento verbal. Hay verbos pronominales propiamente dichos, que son aquellos que no presentan una forma sin pronombre, como apropiarse (no existe apropiar), quejarse (no existe quejar), arrepentirse (no existe arrepentir), etc. Otros verbos pronominales coexisten al lado de verbos que presentan el mismo lexema pero que se conjugan sin el pronombre. Los hay que presentan un carácter intransitivo en cualquiera de las dos formas (con y sin pronombre), y los hay que son transitivos en la forma no pronominal y se “intransitivizan” en la forma pronominal. Tanto en un caso como en otro, se da lugar a oposiciones semánticas, gramaticales o estilísticas importantes entre la forma con pronombre y la forma sin pronombre, es decir, entre el verbo pronominal y el no pronominal. Veamos:

morirse (pron. intrans.) / morir (no pron. intrans.)

marcharse (pron. intrans.) / marchar (no pron. intrans.)

quedarse (pron. intrans.) / quedar (no pron. intrans.)

retirarse (pron. intrans.) / retirar (no pron. intrans.)

dormirse (pron. intrans.) / dormir (no pron. intrans.)

levantarse (pron. intrans.) / levantar (no pron. intrans.)

Por último, existen también verbos pronominales con dos pronombres obligados. Son olvidársele (a uno algo), antojársele (a uno algo), ocurrírsele (a uno algo) ...

se me olvidó la cartera

se me antojó un pastel

(No hay que confundir el verbo olvidarse (algo a alguien) con olvidarse (de algo o de alguien) ni con olvidar (algo): sus regímenes gramaticales son diferentes).

Cuando el pronombre personal átono desempeña función de objeto directo o indirecto, con valor reflexivo, no debe hablarse de verbo pronominal:

Juan se lavó.

Juan se puso el abrigo.

En estos casos se trata de los verbos lavar y poner y no de lavarse y ponerse, pues los pronombres correspondientes actúan como objeto directo en el primer caso y objeto indirecto en el segundo. Funcionalmente son estructuras equivalentes a las de

Juan lavó a Juan.

Juan puso el abrigo a Juan

[Gómez Torrego, L.: Manual de español correcto. 2 vols. Madrid: Arco/Libros, 1991, pp. 89-90]

«El término 'oraciones pronominales' se ha utilizado en la tradición gramatical española para designar oraciones en las que el sintagma verbal aparece incrementado con un pronombre átono reflexivo. Se trata de una definición de carácter formal puesto que, desde el punto de vista del significado, incluye tanto oraciones pronominales con sentido puramente reflexivo (p. ej. con lavarse) como otras de carácter pseudo-reflexivo (p. ej. con desmayarse) y las oraciones como

Se pasaron los trabajos a ordenador. [pasiva]

Se agasajó a los invitados. [impersonal]

Por aquí se llega a Madrid. [impersonal]

Estas manchas no se quitan con nada. [media]

que en ningún modo se pueden interpretar como reflexivas.»

[Mendikoetxea, Amaya: “Construcciones con se: medias, pasivas e impersonales”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, p. 1635, Anm. 2]

«Las gramáticas del español engloban, con frecuencia, las oraciones que aquí denominamos pasivas con se dentro de las construcciones medias, en cuanto que en una oración pasiva con se el sujeto se ve afectado. Al hablar de construcciones medias en relación a las oraciones con se es necesario, sin embargo, distinguir entre medias y pasivas (y medias e impersonales). Asimismo, es conveniente separar las ‘oraciones medias con se’ del resto de las oraciones que satisfacen la definición de oración media en un sentido amplio (oraciones pronominales) en las que el sujeto es ‘afectado’: reflexivas, pseudo-reflexivas, etc.). Existe un tipo de oraciones medias que comparten una serie de características formales y nocionales con las oraciones pasivas e impersonales con se: sólo se pueden construir con se, quedando excluidos los pronombres de primera y segunda persona, y tienen un sujeto nocional implícito. Se trata de construcciones como

Esta camisa se lava muy bien con lejía.

Las luces reflectantes se ven fácilmente.

Los trabajos escritos a máquina se leen más deprisa.

Estos ejemplos muestran oraciones medias con se, con características similares a las de las pasivas con se: ambas tienen sujetos inanimados de tercera persona y ambas implican la intervención de un agente (causa o experimentante). Existen, sin embargo, diferencias fundamentales entre las oraciones medias con se y las oraciones pasivas con se

[Mendikoetxea, Amaya: “Construcciones con se: medias, pasivas e impersonales”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, pp. 1040-1041]

«voz media  

Se dice tradicionalmente que están en voz media las oraciones cuyo sujeto designa la entidad a la que afecta el proceso denotado por el verbo, sin que exista o se presuponga un agente externo que origine dicho proceso, como El barco se hundió o María se ahogó. En ellas se indica, simplemente, que al sujeto «le ocurre» algo y normalmente se construyen con un verbo en forma pronominal

[Real Academia Española: Diccionario Panhispánico de Dudas. Madrid: Santillana, 2005, p. 772]

«Régimen preposicional con verbos pronominales

Los verbos ‘pronominales’, es decir, los incrementados con un clítico reflexivo no conmutable por otro no reflexivo muestran una notable tendencia a exigir, en mayor o menor grado, sintagmas preposicionales que con frecuencia llegan a constituirse en ‘régimen’. En unos casos ese complemento preposicional coincide con el que puede, o debe, aparecer con el verbo en forma no pronominal, sumado por lo general al objeto directo:

dedicar su vida a algo > dedicarse a algo,

convencer a alguien de algo > convencerse de algo

(el clítico sería, pues, el recuerdo de ese objeto); es habitual que en esta situación se produzca una alternancia de tipo ‘causativo’ entre las dos formas del verbo, de modo que la forma pronominal venga a ser el miembro ‘estativo’ o ‘medio’ correspondiente al ‘activo’ no pronominal:

alejar a alguien de un lugar > alejarse de un lugar,

confundir una cosa con otra > confundirse una cosa con otra,

distinguir una cosa de otra > distinguirse una cosa de otra.

Pero en muchos otros el régimen del verbo pronominal no reproduce ninguno de la forma sin reflexivo, haya proximidad de sentido entre ambas: (olvidar algo/olvidarse de algo), o no la haya: acordar algo/acordarse de algo (aquí habría que incluir los verbos sólo utilizados en forma pronominal: arrepentirse, jactarse, etc.). En esta última situación se encuentran algunos verbos pronominales de ‘emoción’, en los que la forma pronominal con régimen (y sentido ‘medio’) se opone a la forma transitiva directa cuyo sujeto corresponde al régimen preposicional de la pronominal:

Me alegro de verte > El verte me alegra

[Cano Aguilar, Rafael: “Los complementos de régimen verbal”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 29.5]

«Complemento de régimen preposicional con verbos pronominales

Muchos complementos de régimen preposicional se construyen con los llamados verbos pronominales, o verbos que llevan ligado a ellos un morfema verbal que no cumple ninguna función sintáctica:

arrepentirse (de), avergonzarse (de), apoderarse (de), percatarse (de), negarse (a), apresurarse (a), empeñarse (en), batirse (con), etc.

La forma pronominal es morfema verbal. Siempre coincide en persona con el sujeto; si se sustituye por otra no coincidente, la oración es agramatical:

Pedro se arrepintió de su conducta. / *Pedro te arrepintió de tu conducta.

Yo me avergüenzo de ello. / *Yo os avergüenzo de ello.

Se apoderaron del territorio. / *Me apoderaron de él.

Cuando admite sustitución por otra forma pronominal de diferente persona de la del sujeto, sí suele considerarse pronombre y analizarse como CD:

Se convenció de las ventajas del producto.

La / os / te / nos / los... convenció de las ventajas del producto.

Se defendió del agresor.

Me / te / lo / nos... defendió del agresor.»

[Gómez Manzano, Pilar / Cuesta Martínez, Paloma / García-Page Sánchez, Mario / Estévez Rodríguez, Ángeles: Ejercicios de gramática y de expresión. Con nociones teóricas. Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2006, p. 111]

«Construcción pronominal media

Veamos estas oraciones:

1. El nadador se ha ahogado.

2. El puente se ha hundido.

3. Pedro se lava después del trabajo.

Las tres son pronominales, puesto que en las tres el pronombre átono se designa al mismo ser mencionado en el sujeto. En la número 3 el pronombre se indica que el ser lavado es el mismo (Pedro) que hacía la acción, o sea, que Pedro lava al mismo Pedro; llamamos a esto sentido reflexivo. ¿Podríamos decir los mismo de las oraciones 1 y 2? Evidentemente, no: en ellas no decimos ni que el nadador ha ahogado al mismo nadador, ni que el puente ha sido el que ha hundido el puente. Aquí la forma pronominal tiene un sentido diferente del reflexivo; dice que al nadador y al puente, sin que ellos hicieran nada para ello, sin que tampoco se piense en un causante de la acción, “les ocurrió” algo. Este uso de la construcción pronominal se llama construcción pronominal media. Observemos que puede presentarse en todas las personas: No me ahogaré si nado por esta parte; Os habéis hundido en la pobreza.

Decir que en estos casos no se piensa en un “agente” no significa que no se pueda pensar en una “causa”. La construcción seguirá siendo media si, en lugar de decir El puente se ha hundido, decimos El puente se ha hundido con (o por) la carga excesiva; esto es, “a consecuencia de la carga excesiva”. Aquí se ha expresado causa y no agente.

La diferencia entre la noción de causa y agente, aunque se trate de nociones vecinas, puede apreciarse cotejando estos dos ejemplos de estructura similar:

1. La corrida fue suspendida por la lluvia.

2. El valle fue anegado por las aguas.

Ambas son construcciones pasivas. Pero en la oración 1 se quiere decir que “la corrida fue suspendida como consecuencia de la lluvia” (y no que “la lluvia suspendió la corrida”); y en la oración 2 lo que se quiere decir es que “las aguas anegaron el valle” (y no que “el valle fue anegado como consecuencia de las aguas”). En el primer caso tenemos un complemento de causa, por la lluvia, y en el segundo, un complemento agente, por las aguas. Así como la oración 1 podría transformarse en una oración pronominal media (La corrida se suspendió por la lluvia), la oración 2 no admitiría tal transformación, al menos sin alterar el sentido.»

[Seco, Manuel: Gramática esencial del español. Madrid: Espasa-Calpe, ²1989, p. 118]

«Se llaman VERBOS PRONOMINALES los que contienen en su conjugación formas pronominales átonas con rasgos de persona. Así, el verbo arrepentirse es pronominal porque se conjuga con la forma me arrepiento, te arrepientes ~ arrepentís, se arrepienten, etc., y no *arrepiento, *arrepientes ~ *arrepentís, *arrepiente, etc.

Estas expresiones exigen siempre concordancia de número y persona entre el sujeto y el pronombre átono. Así pues, los tres segmentos que se subrayan a continuación concuerdan en la primera persona del singular:

Yo me canso;

los tres que se marcan en el ejemplo siguiente concuerdan, análogamente, en la segunda persona del singular:

te mareaste.

Los llamados VERBOS DOBLEMENTE PRONOMINALES se construyen con dos pronombres átonos. Uno de ellos admite las tres personas y aparece en dativo, mientras que el otro es un pronombre de tercera persona que concuerda con el sujeto. Así, el verbo ocurrir(se) es doblemente pronominal en oraciones como

Se me ha ocurrido una idea.

El pronombre dativo es me, y alterna con otras personas, como en

Se {te ~ le ~ nos...} ha ocurrido una idea.

Muchos verbos pronominales alternan esta construcción en la sintaxis con otas en las que no son doblemente pronominales.

El morfema pronominal átono que caracteriza a los verbos pronominales no es argumental, por lo que no le corresponde una función sintáctica. El morfema se en

El niño se despertó

no constituye, por tanto, el complemento directo de despertar, sino un segmento que forma parte de la constitución léxica del verbo despertarse, y está sujeto a las particularidades morfofonológicas. Como los pronombres átonos me, te, se, etc., pueden ser reflexivos, la estructura sintáctica del español no aclara en sí misma la ambigüedad que puede producirse cuando estos segmentos se interpretan como argumentos. Así pues, la oración

Se secó

puede ser reflexiva

Se secó con una toalla

o media

Se secó al sol.

El español deja a menudo abierta la elección entre la interpretación media y la reflexiva de muchas oraciones construidas con verbos pronominales. La elección entre una y otra es relevante, pero ha de hacerse a partir del contexto o la situación.

Es clásica en la gramática tradicional española la polémica acerca de si Me lavo (frente a Me lavo a mí mismo) debe analizarse como oración intransitiva, de forma que me sería la marca del verbo pronominal lavarse, o bien como transitiva y, en tal caso, me constituiría el complemento directo reflexivo del verbo lavar. El hecho de que varios verbos que designan acciones relativas al aseo personal se usaran como deponentes en la voz pasiva latina (lavari ‘lavarse’, tonderi ‘rasurarse’, vestire ‘vestirse’) da a entender que se concebían como procesos que afectan al que los realiza, más que como acciones que lleva a cabo sobre sí mismo. Este es uno de los argumentos que se han presentado para defender la primera opción y por tanto para defender su carácter intransitivo. Otros autores no comporten este punto de vista y entienden que –fuera cual fuera la situación en latín– en el español actual Me lavo es una oración transitiva en la que el pronombre me designa el complemento directo. De este modo, se distinguen claramente en castellano el uso pronominal del verbo llamar (Así es como me llamo) y el transitivo (Se llama a sí mismo Campeón). Como en otros muchos casos, el primer uso alterna en la lengua clásica con la pasiva de participio (Así es como soy llamado).

Desde el punto de vista morfológico, los verbos pronominales se pueden dividir en INTRÍNSECAMENTE REFLEXIVOS (pronominales inherentes) y PRONOMINALES ALTERNANTES. Los primeros no se usan sin el morfema pronominal: arrepentirse, desgañitarse, dignarse, etc. Los segundos, que constituyen el grupo mayoritario, poseen variantes sin él. Estas variantes pueden ser intransitivas, como en

La violencia recrudece (construcción común en las áreas chilena, andina y rioplatense),

o bien transitivas, lo que resulta mucho más frecuente:

Los campos se secan [secarse, verbo pronominal] ~

El sol seca los campos [secar, verbo transitivo].»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros, 2009, § 41.13a-b; § 41.13f; 41.13g; 41.13j]

«Se han llamado doblemente pronominales las construcciones formadas con unos pocos verbos pronominales de pensamiento y afección, como olvidar, antojar, ocurrir (en el sentido de ‘venir a la mente’), que, además del pronombre concordante con el sujeto, exigen otro en dativo. Resulta, pues, agramatical la oración

*Se ocurrió una idea extravagante,

que requiere la presencia de dicho dativo:

Se {me ~ te ~ le ~ les…} ocurrió una idea extravagante.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 35.2.1d]

«El complemento de régimen alterna con el sujeto tanto en las construcciones pronominales como en las no pronominales. Por lo general, los verbos pronominales se construyen solo con complemento de régimen (arrepentirse de, inmiscuirse en, referirse a), pero unos pocos también admiten alternativamente complemento directo o complemento de régimen: encontrarse a alguien ~ encontrarse con alguien; tropezarse a alguien ~ tropezarse con alguien; quedarse algo ~ quedarse con algo. La alternancia es más frecuente, sin embargo, entre la variante pronominal y la no pronominal

del mismo verbo: en un gran número de casos se obtienen diferencias semánticas muy marcadas (empeñar algo ~ empeñarse en algo; fijar algo ~ fijarse en algo; negar algo ~ negarse a algo; despedir a alguien ~ despedirse de alguien); en otras alternancias, en cambio, la diferencia de significados es más sutil (olvidar un nombre ~ olvidarse de un nombre; admirar su inteligencia ~ admirarse de su inteligencia; lamentar el error ~ lamentarse del error).»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 36.1.2d]

«Por lo que se refiere al criterio semántico, la mayor parte de los verbos pronominales denotan cambios de estado de diferente naturaleza: de lugar o de posición (acostarse, agacharse, alejarse, levantarse, sentarse, volverse); de forma, presencia, apariencia o aspecto externo (acortarse, estrecharse, ocultarse, vaciarse);

de consistencia, entereza o propiedad (agriarse, apagarse, arrugarse, mancharse, oxidarse, romperse); de estado anímico, emocional o de conciencia (alegrarse, entristecerse, molestarse, preocuparse), y de otras muchas cualidades y estados relativos a la naturaleza, física o no, de personas o cosas (ablandarse, calentarse, congelarse, rizarse, secarse). Se ajustan, pues, a pautas semánticas relativamente firmes. El que estos verbos no expresen acciones que exijan intervención externa explica que abrirse o cerrarse se usen como verbos pronominales, pero no inaugurarse o clausurarse. El verbo cortarse es pronominal cuando se aplica a una salsa (Se cortó la mahonesa: oración media), pero no lo es cuando requiere un agente

externo, como sucede en las pasivas reflejas (Se cortó el pan).»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 41.7.2c]

«El morfema pronominal átono que caracteriza a los verbos pronominales no es argumental, por lo que no le corresponde propiamente una función sintáctica. Así, el morfema se no constituye el complemento directo de despertar en El niño se despertó, sino un segmento que forma parte de la constitución léxica del verbo despertarse. Los mismos pronombres pueden ser también reflexivos, y en tal caso se interpretan como argumentos. De esta forma, la oración Se secó puede ser reflexiva (Se secó con una toalla) o media (Se secó al sol).

Ciertos índices permiten distinguir estas interpretaciones. Por ejemplo, las estructuras de doblado pronominal (Se llama a sí mismo Campeón: § 16.2.2g) solo son compatibles con la interpretación reflexiva (de carácter activo), mientras que complementos como por sí solo (y a veces también por sí mismo) eligen la interpretación media, como en La puerta se abrió por sí sola o […] una puerta que parece que se mueve por sí misma, que no hay que abrirla (Chacel, Barrio).

Por otra parte, los adverbios agentivos son compatibles con las pasivas reflejas incluso cuando se omite el agente (§ 41.2.3c y 41.6.1d), como en Se hundió el barco deliberadamente, es decir, ‘Fue hundido’, pero los verbos pronominales los suelen rechazar. Los admiten, sin embargo, algunos que expresan acciones controladas por el que las lleva a cabo, como en Se levantó deliberadamente de la cama»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 41.7.1c]

«Los verbos intransitivos de cambio de estado (§ 41.7.1b) o VERBOS MEDIOS pueden ser pronominales (cansarse, secarse) o no pronominales (aumentar, morir). Se forman a menudo verbos transitivos, llamados causativos (§ 34.6.2), combinando el significado de un verbo de causación (hacer, causar) con el del verbo medio correspondiente. Se suelen reconocer tres variantes en las relaciones léxicas que se obtienen:

1. El verbo causativo y el verbo medio se diferencian léxicamente: matar ~ hacer morir.

2. El verbo causativo se diferencia morfológicamente del pronominal en que no incorpora la forma se: secar ~ hacer secarse.

3. El verbo causativo es idéntico en su forma al verbo medio: aumentar ~ hacer aumentar.

A las alternancias del tipo 1 pertenecen unos pocos pares, entre ellos acallar ~ callar; acrecentar ~ crecer; alumbrar (o dar a luz) ~ nacer; quemar ~ arder. Las del tipo 2 son, en cambio, muy numerosas. A este grupo corresponden acostar ~ acostarse; enfriar ~ enfriarse; llenar ~ llenarse. El tipo 3 alude a contrastes como Los comerciantes subieron los precios (variante transitiva) ~ Los precios subieron (variante intransitiva o media) o Los rayos solares infrarrojos aumentan la temperatura ~ La temperatura aumenta. Varios de estos verbos (bajar, cambiar, disminuir, engordar, hervir, mejorar, subir) son verbos de consecución gradual (§ 23.2.1i), en cuanto que expresan el proceso de avanzar o retroceder en alguna dimensión escalar: La situación económica mejoró en estos últimos meses; La temperatura disminuyó paulatinamente durante la última semana.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 41.7.3a]

«Algunos gramáticos tradicionales añadían al paradigma de los tipos de oraciones que se distinguen en función de la naturaleza del predicado las oraciones REFLEXIVAS. No obstante, estas oraciones pueden ser

transitivas

Se cuida a sí mismo,

intransitivas

Solo confía en sí mismo

y copulativas

Siempre es igual a sí mismo,

en lo que coinciden con las recíprocas.

Así pues, no constituyen una clase distinta, sino clasificaciones cruzadas de los tipos anteriores [transitivas, intransitivas y copulativas]. En general, predomina en la actualidad la opinión de que las propiedades específicas de algunos componentes de las oraciones no determinan necesariamente TIPOS ORACIONALES: la presencia de una negación, la ausencia de un sujeto léxico o la de un complemento directo, la relación entre un pronombre y su antecedente, la presencia de un cuantificador comparativo, etc., son sin duda rasgos sintácticos relevantes, y deben analizarse de manera exhaustiva en relación con los demás componentes de esas estructuras. Sin embargo, no constituyen características gramaticales que hayan de definir de manera obligatoria un PARADIGMA ORACIONAL.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros, 2009, § 1.13.k]

«Los pronombres recíprocos pueden considerarse un subgrupo de los reflexivos (y, por tanto, de los personales), pero su significado es más complejo. En efecto, la oración reflexiva Ella se cuida designa una situación en que la persona que cuida es a la vez la persona cuidada.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 16.2.3a]

«Las funciones sintácticas adscritas a cada verbo permiten distinguir entre los TRANSITIVOS (preparar), los INTRANSITIVOS (bostezar) y los COPULATIVOS (ser). Pueden ser, a su vez, PRONOMINALES muchos del segundo grupo (enamorarse) y algunos del primero (creerse una historia). Unos pocos verbos intransitivos son o no pronominales en función de factores geográficos (enfermarse ~ enfermar).

Teniendo en cuenta su naturaleza nuclear o subsidiaria respecto de otra categoría, se distingue entre los VERBOS PLENOS y los AUXILIARES, estos últimos divididos a su vez en varios grupos, según el tipo de perífrasis a que den lugar.

Las clases semánticas de verbos se agrupan en dos grandes bloques: clases aspectuales y clases nocionales. Las CLASES ASPECTUALES de verbos se llaman también CLASES EVENTIVAS porque se establecen en función de los tipos de eventos o sucesos (acciones, estados o procesos) que designan. Así pues, tales agrupaciones, que tienen numerosas consecuencias sintácticas, se establecen a partir del modo de acción de los verbos o de los predicados verbales. Se distinguen asimismo varias CLASES NOCIONALES de verbos. Estas clases agrupan los predicados verbales de acuerdo con numerosos criterios semánticos: verbos de percepción, de voluntad, de pensamiento, de movimiento, de lengua, de reacción afectiva, etc.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros, 2009, § 1.9k]

«Es habitual en la tradición extender a las oraciones ciertas propiedades sintácticas del verbo con el que se construyen. De acuerdo con este criterio clásico, que se acepta aquí, las oraciones suelen dividirse en TRANSITIVAS (Los pájaros sobrevuelan los campos), INTRANSITIVAS (Su segundo hijo nació ayer) y COPULATIVAS (El día está fresco).

Las primeras se forman con verbos transitivos; las segundas, con intransitivos, y las terceras, con verbos copulativos. Algunos gramáticos entienden que es posible reducir las copulativas a las intransitivas, puesto que los verbos copulativos no tienen complemento directo. Se añaden a veces otras clases a este paradigma, pero suele aceptarse que esos nuevos grupos establecen en realidad subdivisiones de los anteriores, o bien que introducen clases formadas con criterios que se cruzan con los señalados. Así, las oraciones PASIVAS (El escándalo fue difundido por la prensa) se pueden asimilar a las intransitivas y, en parte –piensan algunos gramáticos–, también a las copulativas. Es importante resaltar que el análisis de los tipos de oraciones en función de la naturaleza del predicado se convierte a menudo en el estudio del predicado mismo. Así, los verbos que se construyen con complementos de régimen pueden ser intransitivos (Confío en ti) o transitivos (Te invito a cenar). La necesaria distinción entre unos y otros no afecta a la clasificación oracional, pero es pertinente para el análisis de las clases de predicados verbales que se distinguen en español.

Algunos gramáticos tradicionales añadían al paradigma de los tipos de oraciones que se distinguen en función de la naturaleza del predicado las oraciones REFLEXIVAS. No obstante, estas oraciones pueden ser transitivas (Se cuida a sí mismo), intransitivas (Solo confía en sí mismo) y copulativas (Siempre es igual a sí mismo), en lo que coinciden con las recíprocas. Así pues, no constituyen una clase distinta, sino clasificaciones cruzadas de los tipos anteriores.

En general, predomina en la actualidad la opinión de que las propiedades específicas de algunos componentes de las oraciones no determinan necesariamente TIPOS ORACIONALES: la presencia de una negación, la ausencia de un sujeto léxico o la de un complemento directo, la relación entre un pronombre y su antecedente, la presencia de un cuantificador comparativo, etc., no son sin duda rasgos sintácticos relevantes, y deben analizarse de manera exhaustiva en relación con los demás componentes de esas estructuras. Sin embargo, no constituyen características gramaticales que hayan de definir de manera obligatoria un PARADIGMA ORACIONAL.»

[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros, 2009, § 1.13j-k]

VERBOS CON VALOR REFLEXIVO y VERBOS PRONOMINALES - Resumen

Ya las Gramáticas de la RAE de 1771 y 1796 proponían llamar pronominales a los verbos que se conjugan con los pronombres personales átonos (clíticos) sin que el sujeto y el complemento directo sean referentes (reflexivos): «Los verbos que nunca se usan sin pronombres personales, no debieran llamarse recíprocos, ni reflexivos, sino pronominales

Desde la publicación de la Gramática de la lengua castellana (1847) de Andrés Bello se habla de verbos reflexivos y cuasi-reflexivos o pseudo-reflexivos. Andrés Bello introdujo el término de construcción cuasi-refleja para hacer referencia a las oraciones que, si bien no tienen un sentido inequívocamente reflexivo, se asemejan a las oraciones reflexivas. El término abarca, a todas las construcciones pronominales de carácter no reflexivo: medias o anticausativas (La pobre mujer se emocionó al recibir el ramo), pasivo-reflejas (Se registraron todas las habitaciones), impersonales-reflejas (Se come muy bien en este restaurante), así como oraciones constituidas por un verbo inherentemente pronominal (Este chico se queja de todo).

La Gramática de Alcina Franch / Blecua (1975: § 5.5) ya advertía que la reflexividad no es un rasgo relevante para clasificar un verbo por su significado.

El Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (Madrid, 1977: § 3.5.4) hace notar que el DRAE califica como pronominal a todo verbo o acepción que se construya en todas sus formas con pronombres reflexivos: «La calificación de reflexivos, que el mismo Diccionario aplicaba antes uniformemente a estos verbos, no era propia para todos estos matices significativos o expresivos. En cambio, la de pronominal, aunque atiende únicamente a la forma, abarca los significados reflexivos y los que no lo son.»

El Diccionario de la lengua española de la RAE, a partir de la decimonovena edición (1970), ya no califica el verbo lavarse ni alegrarse como reflexivo, sino como pronominal. Y todos los verbos que se pueden conjugar con los pronombres reflexivos (clíticos), tengan sentido reflexivo puro o no, llevan la abreviatura: U. t. c. prnl. (= usado también como pronominal).

A pesar del cambio de nomenclatura de la RAE, algunos gramáticos, como Marcos Marín (1980: § 13.8) siguieron clasificando los verbos como transitivos, intransitivos, reflexivos, reflexivos formales o gramaticales y recíprocos.

En el Glosario de la terminología gramatical. Unificada por el Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid, 1986, § 153, publicada por Alonso Marcos, se define el verbo transitivo como “aquel cuya acción pasa a una persona o cosa distinta del sujeto que la ejecuta”. Para Alonso Marcos, “los verbos transitivos pueden usarse en forma reflexiva y en forma recíproca”. De modo que los así llamados verbos reflexivos son simplemente verbos transitivos en los que el objeto directo tiene el mismo referente que el sujeto.

Gómez Torrego (Manual de español correcto, Madrid, 1991, pp. 89-90) es más explícito: El verbo con valor reflexivo no es un verbo pronominal, sino un verbo transitivo con el que los pronombres átonos actúan como objeto directo o indirecto.

Para Rafael Lapesa (Estudios de morfosintaxis histórica del español. Madrid, 2000, pp. 817 ss.), los así llamados “verbos reflexivos” propiamente dichos son simplemente verbos transitivos en los que el significado del verbo “reflexivo” es el mismo que cuando es transitivo o de acción, solo que su complemento directo tiene el mismo referente que el sujeto de la acción. Sin embargo, para las otras construcciones en las que no hay un objeto directo correferente con el sujeto, Lapesa cita la calificación de “cuasi-reflexivos” de Andrés Bello, y los denomina “reflexivos interiores” porque presentan en forma “reflexiva” (pronominal) un sentido distinto al que cuando son transitivos, cosa que no ocurre con los “reflejos” propiamente dichos.

Finalmente, la RAE, en la Nueva gramática de la lengua española (2009), clasifica los verbos, según sus funciones sintácticas, en transitivos, intransitivos y copulativos. Algunos transitivos y muchos intransitivos puede ser, a su vez, pronominales. Los así llamados verbos “reflexivos” no forman ninguna clase especial, son simplemente verbos transitivos cuyo objeto tiene el mismo referente que el sujeto. Desde el punto de vista semántico, los verbos se pueden agrupar en dos grandes clases semánticas: clases aspectuales y clases nocionales.

«El morfema pronominal átono que caracteriza a los verbos pronominales no es argumental, por lo que no le corresponde propiamente una función sintáctica. Así, el morfema se no constituye el complemento directo de despertar en El niño se despertó, sino un segmento que forma parte de la constitución léxica del verbo despertarse. Los mismos pronombres pueden ser también reflexivos, y en tal caso se interpretan como argumentos.» (RAE: NGLE 2009, § 41.7.1c)

Extendiendo las propiedades sintácticas del verbo a las oraciones, se pueden dividir estas en transitivas, intransitivas y copulativas. Las llamadas “oraciones reflexivas” pueden ser transitivas, intransitivas y copulativas, en lo que coinciden con las recíprocas. No constituyen, pues, una clase distinta, sino clasificaciones cruzadas de los tipos anteriores.

Un mismo verbo puede ser:

  1. transitivo no reflexivo: Pedro golpea a Juan.
  2. transitivo de acción refleja: Pedro se golpea (a sí mismo).
  3. transitivo de acción recíproca: Pedro y Juan se golpean el uno al otro.
  4. pronominal intransitivo no reflexivo: Pedro se golpeó en un brazo al caer.
  5. pronominal transitivo: Pedro se golpeó la cabeza contra la pared.

 

 

 

 

 

 

 

 

verbo

transitivo

con complemento directo: Come algo antes de salir.

transitivo con valor reflexivo

complemento y sujeto tienen el mismo referente: Me afeito.

transitivo con valor recíproco

interacción entre dos personas: Se aman y se admiran mutuamente.

transitivo pronominal

No me creo esa historia.

intransitivo

sin complemento directo: No comas tan de prisa.

intransitivo pronominal

Esas manchas solo se van con lejía.

pronominal inherente

Arrepentirse de un pecado.

pronominal con un dativo expresivo de interés

El pulgón se ha comido el rosal.

La luz se está comiendo el color de los muebles.

 

 

 

horizontal rule

Impressum | Datenschutzerklärung und Cookies

Copyright © 1999-2018 Hispanoteca - Alle Rechte vorbehalten